El
señor Brivio contrato a Angie encantado. Además le ofreció un puesto de
detective, lo que alegro muchísimo a la joven. La agenda de Brivio era muy
parecida a la de Nicola aunque como jefe era menos severo.
— ¡Oh,
no me lo esperaba! —exclamo la chica encantada.
—Nunca
olvidare cuanto te quejabas de ser solo una secretaria en la Agencia Porcella —río
Brivio —No será un trabajo peligroso y exigente como el de lo demás, pero saciara
tu sed de emociones. Ya lo vera
— ¡Nunca
podré agradecérselo lo suficiente!
—Oh,
claro que puedes. Trabaja duro y haz que me sienta orgulloso de ti —se puso de
pie y le estrecho la mano —Si puedes quedarte desde hoy, Mary puede explicarte
en que consistirá tu trabajo y puedes empezar a ambientarte. Ella se va el
próximo lunes, así que tienes una semana para familiarizarte con tu primer
caso.
—Perfecto
—sonrió —Me va a gustar, lo se. Y trabajare muy duro.
—Lo
que me intriga es por que Nicola te ha dejado marcharte —dijo Brivio con una
sonrisa de curiosidad —Sois casi familiares.
—Ha
sido por lo de los narcotraficantes —mintió —La oficina me traía recuerdos horribles.
Hasta me daba miedo entrar.
—Lo
entiendo. Bueno, haremos lo posible por que no te suceda lo mismo aquí.
—Gracias
—murmuro Angie.
Plummer
era una rubia alegre, de unos treinta años
—Te
encantara esto —le dijo mientras le enseñaba Angie su equipo de trabajo —Te
daré los nombres de todos mis contactos. Puedes recurrir a ellos siempre que lo
necesites. —Le enseño un directorio —es el libro mas importante. Toma, ahora es
tuyo. Cuídalo mucho y el te cuidara a ti.
—Eres
un encanto.
—Eso
es lo que dice mi prometido. Nos casamos el sábado y el próximo lunes espero estar
disfrutando de las Bahamas. Es muy rico —suspire —pero yo lo querría igual aunque
fuera un indigente.
Angie
entendía perfectamente a Mary. No pasaba un solo día en el que no deseara que Nicola
fuera a buscarla, pero sabía que nunca lo haría. Era consciente de que Nicola
estaba convencido de que solo había sido un capricho para ella y de que deseaba
cosas que el nunca podría darle. Ella estaba segura de que la amaba, pero los
días pasaban sin tener ninguna noticia de el.
—Estas
pálida —observe Mary — ¿estas segura de que ya te has curado ese virus?
—Claro
—replico Angie.
Pero
las semanas pasaban y ella no mejoraba, al contrario, sus dolencias estomacales
empeoraron hasta hacerla pensar que lo que tenia era una ulcera. Y no era
sorprendente después de todo lo que había tenido que pasar. Se acostumbro
pronto a su nuevo trabajo y decidió olvidarse de su enfermedad. Un mes después
de dejar la Agencia Porcella, Jazmin insistió en que comieran juntas. Lo había
intentado otras veces, pero no había conseguido convencer a Angie.
—Tienes
muy mal aspecto —le dijo Jazmin sin preámbulos cuando se sentaron en el restaurante.
—Serán
los nervios. El señor Brivio es un buen jefe pero este trabajo es completamente
nuevo para mí
—Supongo
que si
Jazmin
no parecía muy convencida. Miro a Angie, entrecerrando los ojos y añadió —Nicola
esta...
— ¿Quieres
helado de postre? —pregunto inmediatamente Angie.
Jazmin
entendió el mensaje y sonrió.
—Esta
bien. Tema prohibido. Si quiero helado.
Angie
disfruto del almuerzo, pero no de los recuerdos que Jazmin despertaba. No había
podido dejar de pensar en Nicola desde que había vuelto a verla. Aquella noche,
cuando llego a su apartamento estuvo llorando hasta quedarse dormida. Anhelaba
tanto la presencia de Nicola que hasta oír su nombre le aceleraba el corazón.
Se había dicho que podía vivir sin el, pero le estaba resultando imposible. No
podía seguir así. ¡No podía soportarlo!
A la
mañana siguiente, se disponía a salir del apartamento cuando se desmayo. Cuando
recobro el conocimiento decidió que tenia que ir al medico. Habían pasado seis
semanas desde que había dejado el apartamento de Nicola y un mes desde que ese
virus extraño la había atacado. Tenia todos los síntomas del cáncer, se dijo, y
era una estupidez no ir al medico. Tenia que ser valiente. El miedo a morir no
era un pretexto valido para esconder la cabeza en la arena. Siempre era mejor saber
la verdad. Aquella misma mañana fue al medico y llamo a la oficina para decir
que llegaría tarde. Fue una revisión de rutina hasta que le contó al doctor Reiner
sus síntomas. Este la miro fijamente y le dijo:
—Voy a
preguntarle algo que quizá no le guste. ¿Ha tenido relaciones íntimas con algún
hombre últimamente?
—Si.
Una vez. Bueno, una noche...
—Eso
es —dijo el doctor.
—Pero
el es...estéril —tartamudeo —Decía... que no podía engendrar hijos.
— ¿Cuando
ha tenido su ultimo periodo?
Preguntó
el doctor arqueando una ceja. Angie trato de recordar. Y le dio la fecha
aproximada del último periodo que recordaba.
—Vamos
a hacerle algunos análisis —le dijo —Lo siento, señorita Arizaga, pero creo que
esta embarazada. Eso indica todos sus síntomas
Angie
toco maravillada su vientre
—No es
el fin del mundo —añadió el doctor —Hay una clínica que...
— ¡No!
—Grito posando la mano en su vientre — ¡No, eso nunca!
— ¿Entonces
quiere tenerlo?
—Con
todo mi corazón —murmuro — ¡Es lo que mas deseo del mundo!
— ¿Y
el padre?
—Me
temo que no se lo va a creer —contesto con tristeza —De cualquier manera, no cree
en el matrimonio, así que no voy a molestarle. Cuando este segura...decidiré lo
que tengo que hacer.
—Muy
bien. Llamare a la enfermera para que le haga un análisis —palmeo el hombro de Angie
—No se preocupe.
Pero Angie
no pudo dejar de preocuparse. Pensar en ser responsable de un diminuto ser humano
era tan aterrador como estar enferma sin remedio. Se dijo que superaría aquella
sensación, que las mujeres habían tenido hijos desde hacia miles de años y que posiblemente
no era la primera mujer que se asustaba ante la perspectiva de ser madre. Le
hicieron las pruebas y se marcho. Aquella noche Angie fue incapaz de conciliar
el sueño. Cuando al día siguiente llego a la oficina, no le contó a nadie las
sospechas del medico. Pero cuando contesto al teléfono de la agencia y oyó la
voz tranquila de la enfermera, diciéndole que si, que estaba embarazada, estuvo
punto de desmayarse. Se despidió de ella y colgó teléfono.
—Te has
puesto palida —le dijo preocupada compañera —Angie, ¿te encuentras bien?
—Si
—asintió.
— ¿Quieres
un poco de café?
—No.
Si. No lo se. Gracias.
— ¿Que
te han dicho? —pregunto Delcy sonriendo — ¿Te ha hecho alguna propuesta interesante
tu novio?
—Lo
siento
Angie
trato de recobrar la calma
—No,
era el medico. Llamaba para decirme que no es nada grave lo que tengo.
— ¡Menos
mal! Nos tenías preocupados.
—Yo
también estaba preocupada —confeso.
Apoyo
la espalda en el respaldo de la silla y se llevo una mano al vientre.
Allí llevaba al hijo de Nicola y posiblemente el no creería que era suyo. Angie
trabajo como un autómata durante el resto del día. Estaba hablando con su jefe
de un asunto de trabajo cuando este menciono a Francesca. Al oír su nombre, Angie
palideció.
—Todavía
no has superado el trauma —le dijo el señor Brivio —Es lógico, no todo el mundo
se ha sentido alguna vez amenazado de muerte. ¿Pero tienes que superarlo, de acuerdo?
—De
acuerdo.
Brivio
se incline sobre su escritorio y la miro pensativo.
—Por
lo general, no mezclo los negocios con el placer, ¿pero te gustaría cenar
conmigo esta noche?
Angie
se quedo paralizada. Estaba esperando un hijo de Nicola y ya no podía soportar
la idea de salir con otro hombre.
—Muchas
gracias —contesto —pero no puedo tengo otro compromiso.
—Ah,
ya veo —le sonrió —No te preocupes. El tiempo lo cura todo. Te invitare otro
día.
Angie
asintió, pero esperaba que no lo hiciera. Ya tenía suficientes complicaciones. Los
meses siguieron pasando. Angie vivía practicamente en la oficina, prácticamente
no salía. Su vida se había vuelto muy aburrida. Angie deseaba llamar a Nicola y
contarle lo del bebe, pero el se había cansado de decirle que no quería volver
a casarse, que no quería compromisos de ningún tipo. Angie no podía decirle que
estaba embarazada porque temía que se sintiera obligado a casarse con ella y no
se sentía con derecho a ponerle en tal posición… ¿Y si ni siquiera creía que
fuera de el?...Le había dicho que era estéril, podía acusarla de haberse
acostado con otro hombre. Así que esa le pareció razón más que suficiente para
no decirle nada a Nicola. Un día, Angie se levanto con dolores y sangrando un
poco, intuyo que podía ser un mal síntoma y llamo al doctor, que inmediatamente
la envió al ginecólogo. Tenían que saber con exactitud que pasaba.
— ¿Por que no puedes salir a comer
conmigo?
Sheyla
la llamo ese mismo día
—Acabo
de volver de Italia! Tengo problemas con el señor Deverell! ¡Quiero hablar
contigo!
Angie
no quería ir a comer con Sheyla porque su amiga trabajaba cerca de la Agencia Porcella
y el restaurante que Sheyla había sugerido era el favorito de Nicola. Pero eso
no podía decírselo a su amiga.
—Podemos
comer por aquí...
—No
entiendo nada —contesto Sheyla —Si no fuera por Jazmin, ni siquiera hubiera
sabido como ponerme en contacto contigo. Te has ido hasta el otro extramo de la
ciudad.
—Era
necesario.
—No es
normal en ti abandonar a los amigos—murmuro Sheyla —Tiene que haber algo mas,
lo Sé
—Mira,
ven a mi apartamento esta noche y te lo contare todo.
—También
puedes contármelo mientras comemos
Angie
agarro con fuerza el teléfono.
—No
puedo ir a ese restaurante. No quiero... encontrarme a Nicola.
—Me lo
imaginaba. Bueno, entonces podemos ir a un restaurante especializado en pescado
que tanto nos gusta, ¿de acuerdo?
—Esta
bien.
—Nos
vemos al mediodía.
—Perfecto.
Cuando
llego al restaurante, Angie miro nerviosa a su alrededor aunque la agencia de Nicola
quedaba muy lejos de allí. Respiro aliviada al ver a Sheyla. Cuando estuvo a su
lado, Sheyla frunció el ceño y le pregunto:
—Has
engordado, ¿verdad?
Señalo
el jersey y los pantalones dos tallas mas grandes que llevaba Angie para
disimular su embarazo.
—Un
poco —confeso —Hay un restaurante italiano muy cerca de mi nuevo trabajo.
—Si,
ya me han dicho que te has convertido en detective —contesto Sheyla moviendo la
cabeza —Porque has conseguido escapar de la influencia de Nicola, el nunca te
habría dejado hacer ese tipo de trabajo. Es irremediablemente protector.
Como Angie
estaba muy tensa, Sheyla le pregunto en cuanto se sentaron
—Puedes
hablarme de lo que te pasa. No dejare de insistir hasta que lo hagas.
—Estoy
embarazada —confeso Angie de golpe, con voz temblorosa.
Sheyla
se quedo atónita.
— ¿De Nicola?
—le pregunto cuando recupero el aliento.
—Si.
—Y el
no lo sabe —añadió Sheyla sonriendo compasiva.
Angie
se lo confirmo con un movimiento de cabeza.
—Su
matrimonio fracaso —dijo Sheyla —Es un hombre bastante arisco. Y no solo eso,
sino que perdió el trabajo que tanto le gustaba, perdió a su madre y ha perdido
condiciones físicas. Es natural que no quiera volver a comprometerse, sobre
todo con una persona tan vulnerable como tú —le cogió la mano —Pero se lo vas a
decir de todos modos, ¿no?
—Se lo
diré, pero todavía no.
— ¿Por
que?
—He
tenido algunos problemas —se confeso despues de dudar un poco —Mañana tengo cita
con el ginecólogo. Su enfermera no parecía muy optimista cuando le he contado
mis síntomas —miro preocupada a Sheyla —Es posible que pierda al niño —añadió
nerviosa —Sheyla, ¿que voy a hacer? ¡No puedo perderlo ahora! ¡Es todo lo que
tengo!
—Tranquilízate
—le aconsejo Sheyla y le apretó con cariño la mano —Todo saldrá bien, Angie:
aspira hondo, otra vez... así. Ahora escúchame... tienes que acabar con esto.
No te deprimas, eso es peligroso.
—Pero
que voy a hacer... —se interrumpió de pronto.
Palideció
al ver que Nicola acababa de entrar en el restaurante.
—Nicola
—adivino Sheyla antes de verlo — ¡El nunca viene aquí!
Nicola
no solo había entrado, sino que buscaba a alguien con la mirada y cuando
descubrió a Angie se altero visiblemente. Se dirigió directamente hacia su
mesa.
—No
—murmuro Angie — ¡No puede...!
Pero Nicola
si pudo. Se detuvo ante su mesa y miró a Angie fijamente.
—Hace
semanas que no te vemos —dijo en tono cortante —Pensaba que irías de vez en cuando
a saludarnos o es que ya no te importamos?
Esa
era una pregunta extraña procediendo de alguien que había admitido que no soportaba
verla.
—Trabajo
en la otra punta de la ciudad —contesto ella intentando no perder el control —Me
resulta difícil ir hasta allí.
—Entiendo.
Me han dicho que ahora trabajas de detective.
—Si. Y
me gusta.
Nicola
busco su mirada y Angie descubrió en sus ojos sombras que no pudo descifrar. No
podia saber que Nicola la echaba de menos, que su apartamento le parecía vacío
sin ella, que su trabajo no le llenaba, que su vida transcurría vacía, fría.
Nunca se había considerado capaz de echar tanto de menos a alguien. Angie le
había jurado amor eterno, pero parecía haberle olvidado. Ni siquiera se había
tornado la molestia de llamar o ir a la oficina.
—El
trabajo de detective es peligroso —dijo el.
—Si,
lo se. Me dispararon, recuerdas?
Nicola
aspiro hondo y metió las manos en los bolsillos del pantalón. Parecía cansado.
—Podías
llamarnos de vez en cuando para dar señales de vida.
—Lo
intentare —replico Angie bajando la mirada —Supongo que Jazmin me echa de menos.
Nicola
apretó los puños. Si, Jazmin la echaba de menos, pero no tanto como el. Quería decirle
a Angie cuanto, pero ella se comportaba como si no le creyera, su actitud era
de total indiferencia. «Angie», pensó con amargura, no entendía como podía
estar tan tranquila después de lo que habían compartido aquella noche. No le
servia de nada recordar que Angie se había marchado por su culpa. Porque no
quería compromisos. Pero eso era antes de que hubiera tenido que enfrentarse a
la vida sin ella. Odiaba regresar por las noches a su apartamento porque Angie
no lo estaba esperando. Odiaba su vida vacía, fría e insatisfactoria. Acaricio
con la mirada la cabeza inclinada de Angie y suspiro. El la había alejado de su
lado y no podía hacerla volver. No sabia que hacer; habría conseguido matar
todo lo que Angie sentía por el?
— ¿Quieres
comer con nosotros, Nicola?
Le
invito Sheyla para intentar aliviar la tensión.
—No
—contesto —Tengo que volver a la oficina. Angie
— ¿Si?
Angie
levanto la mirada, herida por la falsa ternura de su voz profunda. Nicola
observe el rostro pálido de la chica y le pregunto:
— ¿Te
encuentras bien? Pareces...
No
estaba seguro de que pareciera enferma…Preocupada
— ¿Estas
enferma?
Angie
se sonrojo y desvió la mirada.
—Acabo
de pasar una gripe —contesto.
Le
dolía mirarle, no quería que Nicola viera los sentimientos que se reflejaban en
su mirada. Llevaba dentro un hijo suyo y no podía decírselo. Le dolía... De
pronto jadeo al sentir una punzada de dolor en el vientre.
— ¡Angie!
Nicola
se arrodillo a su lado, le cogió la mano y la miro con preocupación
— ¡Que
tienes, pequeña? —le pregunto — ¿Te encuentras bien?
—Creo
que tengo una ulcera, eso es todo —contesto.
El
contacto de su mano la enloquecía. Le miro a los ojos y sintió que el mundo se
detenía, que su corazón se partía en dos. Nicola la miro con expresión
atormentada.
—Angie
—gimió.
Angie
respiro hondo y trato de dominar el deseo que la consumía.
—Estoy
bien —musito —De verdad, Nicola.
Nicola,
al darse cuenta de que, sin querer, la estaba acariciando, la soltó. Ninguno de
los dos parecía acordarse de Sheyla.
— ¿Ya
has ido al medico? —pregunto Nicola —No juegues con la salud.
—Seguiré
tu consejo —prometió Angie y miro a Nicola a los ojos — ¿Te encuentras
bien?
Nicola
se estremeció al advertir la sincera preocupación que encerraba aquella
pregunta.
—No
—contesto, respirando con dificultad, intentando reprimir la necesidad de
pedirle que volviera a su lado —Creo que te echo de menos —anadió con una
sonrisa ligeramente burlona.
—Si y
los elefantes vuelan —contesto Angie sonriente.
—El
trabajo que haces para Brivio podías hacerlo para mí —murmuro Nicola de mala
gana.
—Ya
tienes suficientes detectives —le recordó Angie, aunque la oferta la
entusiasmo.
Eso indicaba
que era verdad que la echaba de menos.
—Despediré
a uno —le ofreció Nicola haciéndola reír.
—No.
Me gusta trabajar con el señor Brivio, Nicola —contesto —Creo que no podría trabajar
contigo.
—Podemos
darnos una oportunidad —repuso Nicola, mirándola con una enigmática expresión.
— ¿Hablas
del trabajo? —pregunto Angie.
Nicola
estuvo a punto de decirle que no, que hablaba de su vida en común. Quiso
pedirle que hiciera las maletas y se fuera a vivir con el, que durmiera con el.
Nada era peor que vivir sin ella y si a Angie le importaba lo suficiente, hasta
podían tener un matrimonio estable aunque les estuvieran negados los hijos.
Dios era testigo de que la amaba. Ella lo había amado una vez, quizás todavía
estaban a tiempo...Angie rió para intentar disimular sus sentimientos.
—No
quiero volver, pero gracias de todos modos —contesto Angie.
No
quería que supiera que todavía lo amaba irremediablemente. No quería su compasión
—soy
feliz, Nicola. Me gusta lo que hago y el señor Brivio hasta me invita a salir.
¿Quien sabe adonde podemos llegar?
—Brivio
tiene mas de cuarenta años —contesto Nicola apretando los dientes —Es demasiado
viejo para hacer de galán...!
— ¿Ya
habéis terminado? —les interrumpió Sheyla — ¡Angie, tengo que irme!
—Si,
yo también, no quiero que se me haga tarde —contesto Angie mirando a Nicola,
que les estaba bloqueando el paso.
Nicola
se levanto lentamente temblando de rabia. ¡BRIVIO CON SU ANGIE!...No podía creerlo. Angie se levanto y cogió
su bolso mientras Sheyla dejaba la propina en la mesa.
—Me
alegro de haberte visto —le dijo a Nicola.
Nicola
no contesto. La miro furioso.
—Has
engordado, ¿verdad? —le pregunto de pronto.
—Un
poco —desvió la mirada —Tengo que adelgazar.
—No,
no. Estas mejor —contesto Nicola.
Angie
se mordió el labio inferior. Quería contarle todo, necesitaba hacerlo. Pero no sabía
como iba a reaccionar Nicola, en su estado no se atrevía a someterse a
excesivas tensiones. Sin embargo, Nicola tenía derecho a saberlo. Abrió la boca
para empezar a contárselo, pero en ese momento se acerco a ellos un hombre
tendiéndoles la mano.
— ¡Nicola
Porcella! ¡Estaba seguro de que eras tú! —exclamo contento.
Mientras
Nicola lo saludaba, Sheyla y Angie salieron del restaurante. Angie agradecio al
destinó aquella oportunidad de escapar. Había estado a punto de decírselo todo.
Pero no podía hacerlo hasta que no viera al ginecólogo. Tomaría una decisión
cuando hablara con el medico.
—Estoy
segura de que me ha seguido —le dijo Sheyla mientras se dirigían hacia el aparcamiento
—Por algo es detective privado. Te echa de menos, Angie.
—Pero
amar es algo muy diferente —suspiro Angie.
—Creo
que le importas, aunque solo sea un poco. Después de todo, se necesitan dos
para estar como estas ahora.
—Yo lo
seduje —contesto Angie ruborizándose —Creía que podía convencerle de cuanto le
amaba y de que el podría volver a creer en el matrimonio. Pero no funciono. Me
alejo de su vida en cuanto pudo.
—Pues
ahora parece echarte de menos.
—Eso
no es suficiente
Angie
se encogió de hombros
—No
puedo volver a trabajar con el. Sobre todo ahora. Nicola no es tonto y tarde o
temprano se dará cuenta de que estoy embarazada.
—Perdóname,
pero ya es evidente y no tardara en averiguarlo —dijo Sheyla.
—Lo
se, pero ya me preocupare cuando lo averigüe. Ni una palabra de esto a Jazmin
—la previno Angie.
—Ni
una palabra a nadie. Ya me conoces —Sheyla frunció el ceño —Angie, haría cualquier
cosa para ayudarte, sabes que puedes confiar en mi.
—Lo
se. Eres mi única amiga.
—Tú
también eres mi única amiga. No dejes de llamarme de vez en cuando. Ah y no se
te olvide contarme lo que te diga el doctor.
—Lo
haré
Angie
se dirigió hacia su coche pensando en su encuentro con Nicola.
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