jueves, 21 de abril de 2016

CAPITULO DOS

Angie gimió dormida. Estaba soñando y seguramente con Nicola. A pesar del daño que le había hecho siempre soñaba con el. La despertó un ruido. Abrió los ojos y vio a Nicola sentado cerca de su cama.
— ¿Que haces aquí? —Pregunto poniéndose rígida —Deberías estar trabajando.
Estoy trabajando —contesto —Cuidándote.
Aquellas palabras hicieron que acudieran a la mente de Angie recuerdos muy dolorosos. Cerró los ojos un acceso de dolor y contesto.
—Por favor, vete.
Nicola bajo la mirada. La angustia reflejada en rostro de Angie lo incomodaba.
—Solo me tienes a mí.
Eso era cierto. La abuela de Angie había muerto hacia un año. Lo miro, pero su expresión vacía no reflejaba ningún sentimiento.
—Solo eres mi jefe, Nicola —le dijo con calma —Eso no quiere decir que tengas que cuidarme.
—Mira —le dijo inclinándose hacia ella —nunca te lo he preguntado y quizá debería haberlo hecho. ¿Te hice mucho daño aquel dia?
—No se de que me estas hablando —desvió la mirada.
— ¿No? —Rió brusco —Llevamos tres años arrastrando ese desagradable episodio, todavía no he sido capaz de acercarme a ti para pedirte perdón.
— ¿Y que mas te da? —Contesto ella —Querías alejarme de tu vida y lo has conseguido. No me acercaría a ti ni por todo el oro del mundo'.
—Ni a mi ni a ningún otro hombre —contesto el.
Angie apretó la sabana contra su pecho.
— ¿No tienes nada mejor que hacer que provocarme?
—Voy a llevarte al rancho.
Angie palideció y se sentó en la cama asustada.
— ¡Dios, no! —Dijo el — ¡No te pongas así!
—No —musito ella.
Le temblaban las manos
—No pienso irme contigo. No quiero estar en tu casa. ¡No quiero!
Nicola cerró los ojos. No podía soportar que se pusiera así, se puso de pie y se acerco a la ventana, encendió un cigarrillo y miro hacia afuera.
—No sabia que eras virgen —contesto cortante —No me di cuenta hasta que no te vi completamente aterrorizada. ¿Crees que no se por que no sales con ningún hombre? —Se volvió y la miro a los ojos — ¿Crees que no me importa lo que te hice?
Angie bajo la mirada hasta su mano temblorosa.
—Fue hace tanto tiempo...
—Podía haber sido ayer —contesto Nicola — ¡Dios, deja de alejarme de tu lado!
— ¿Yo?
Angie se ruborizo y Nicola se acerco otra vez a la cama
—Angie, se que me temes, es evidente. Pero no voy a hacerte daño. Solo quiero llevarte a un lugar en el que puedan cuidarte hasta que puedas arreglartelas sola. Aunque yo no me quede en el rancho, puede atenderte Beryl.
—No conozco a Beryl. Ademas, puedo quedarme con Jazmin...
—Mira, cuando Jazmin no esta trabajando, esta en clase de ballet y si tiene algún tiempo libre, lo pasa con su amigo Harold. Se ha ofrecido a cuidarte con la mejor de las intenciones, pero tendrías que pasar todo el día sola.
—No me importa.
—Escucha
Nicola se acerco más a la cama y vió que Angie se tensaba
—Has presenciado una entrega de cocaína. Tendrás que hacer declaraciones a la policía. Los policías no han visto lo que tu, ¿me entiendes? Eres la única que lo ha visto y como uno de los traficantes anda suelto, en este momento ya debe saber quien eres. ¿Comprendes ahora en que situación te encuentras?
—No puedes estar hablando en serio.
— ¡Claro que estoy hablando en serio! He visto cientos de casos iguales durante casi diez años y se perfectamente lo que va a pasar. No estarás a salvo hasta que cojan al otro hombre y lo tengan tras las rejas. Quiero que estés cerca de mí, quiero cuidarte. Cuando yo no este en casa, podrá cuidarte mi administrador. Es un hombre fuerte y sabe manejar un revolver casi tan bien como yo mismo.
Angie escondió el rostro entre las manos. Era una agonía tener que acceder a lo que le pedía. Casi deseo quedar a merced de aquellos traficantes.
—Puedes odiarme todo lo que quieras —continuó Nicola —pero vendrás conmigo. No quiero que arriesgues tu vida.
—No creo que eso sea arriesgar mucho —musito con tristeza —Trabajar y ver la televisión no es gran cosa.
—Tienes veintidos años. Eres demasiado joven para hablar con tanto cinismo.
—Bueno, lo he aprendido de un experto —dijo levantando la mirada —Tu me enseñaste.
Su expresión incomodo a Nicola, que contesto bruscamente:
—Nunca había tenido a nadie a mi lado. Mi padre me abandono cuando era un niño. Yo lo adoraba, pero mi madre lo odiaba y me odiaba a mi porque me parecía a el. Francesca decía que me amaba cuando nos casamos, pero me abandono sin miramientos
Se inclino hacia ella, sus ojos eran más fria que la artantida misma
—Tú querías amarme pero no te lo permití. Te herí, hice que me temieras. ¿Todavía no lo comprendes Angie? ¡No se lo que es el amor!
—No es necesario que me consideres una amenaza —contesto Angie desafiante —Deje de serlo hace años.
—Si, lo se.
—No te amo
Angie evito mirarlo a los ojos
—Estaba enamorada de ti, supongo que era un sentimiento lógico, pero me demostraste que estaba equivocada.
Nicola le acaricio la mejilla y cuando la joven intento volver la cabeza se lo impidió. La miro intensamente a los ojos y dijo:
—Doble razón para que no vuelva a tocarte.
—Podías haberme forzado.
Nicola esbozo una mueca y quiso negarlo, pero no pudo, así que contesto con amargura.
—No lo entiendes.
— ¿El que? —musito Angie mirándolo como si de verdad no entendiera nada.
—Tú eres virgen —contesto sin atreverse a mirarla —Pero yo no, yo había estado con muchas mujeres. Y tú eras tan dulce, tan adorable y te deseaba tanto que no...Pude contenerme.
La mente de Angie se puso rápidamente en funcionamiento. A veces los hombres podían ser muy vulnerables. Había intentado negarlo durante años, pero una parte de ella siempre había sabido cuanto la necesitaba Nicola aquel día.
—Me asustaste muchísimo —rió nerviosa —Cada vez que salía con algún hombre temía que me hiciera lo mismo, así que al final decidí no volver a intentarlo.
—No me sorprende —replico Nicola —Para mi tampoco ha sido fácil. No puedes imaginar lo mal que me siento cuando veo que te retraes cada vez que me acerco a ti.
—Ya ha pasado mucho tiempo, no? Supongo que terminare superándolo.
—Angie —observe sus dulces ojos marrones —es solo miedo lo que sientes cuando estas cerca de mi? —Miraba su boca entreabierta y le acaricio con dulzura el labio inferior haciéndola contener el aliento — ¿O hay algo más?
Angie aparto el rostro para librarse de aquella caricia. El corazón le latía violentamente. Nicola se obligó a mirarla a los ojos, se dio cuenta de que la joven respiraba con dificultad. Asi que no solo, tenía miedo. Algo dentro de el se removió al darse cuenta de que Angie estaba intentando ocultar lo que la había hecho sentir con aquella sensual caricia. Era sorprendente que a sus treinta y cuatro años Nicola nunca hubiera deseado acariciar de aquella manera la boca de ninguna mujer.
—No —contesto como para si mismo —Es un sentimiento un poco mas complicado que el miedo, ¿verdad?
—Nicola...
—El medico dice que podrás irte mañana, pero hasta entonces habrá un policía en la puerta. Esta ahí desde ayer y ahí se quedara hasta que salgas de aquí
Angie lo miro nerviosa
—Me haces desear ser tierno. Eso ya es un buen principio — añadió con calma y la observe con aire pensativo —A lo mejor si lo intento, consigo que desees que te acaricie.
—No —contesto.
Un escalofrío le recorrió la espalda
—No pienso dejar que me toques ¡Recuerdo perfectamente lo que me hiciste la última vez que me acariciaste!
—Nunca había estado con una virgen, pequeña —contesto en voz baja y profunda —Y tampoco he sido un hombre con tendencia a la ternura, pero en ti vislumbro sentimientos que me hacen reconsiderar mi comportamiento.
—No quiero hablar de eso, Nicola —contesto ella bajando la mirada.
Nicola busco las palabras adecuadas para contestar:
—Todavía no te has dado cuenta de que si un hombre estuviera enamorado de ti intentaría ser tierno contigo?
— ¿Y tu como lo sabes? —pregunto con amargo cinismo y lo miro —Creía que te importaba, pensaba que, por lo menos, te gustaba, pero me asustaste tanto que no quiero volver a ser una amenaza para tu intimidad. Mi padre tampoco me quería, me dejo con mi abuela porque no me quería —se estremeció —Nadie me ha querido nunca... —se recostó en la almohada —Por favor, Nicola, vete. Estoy demasiado cansada para seguir hablando.
¿Por que no se había dado cuenta de lo sola que se sentía Angie?, se pregunto Nicola desesperado. Después de todos aquellos años, seguía sin saber casi nada de ella. Claro, sabia que se había sentido rechazada cuando su padre la había dejado al cuidado de su abuela. Y también cuando la había apartado definitivamente de su vida para casarse con su madre. Angie deseaba tener a alguien a quien amar, pero había tenido la mala suerte de encontrar a un hombre que no sabía lo que era el amor, que en su vida solo había conocido el rechazo, un hombre con un matrimonio fallido y un cuerpo lleno de cicatrices. Nicola hizo una mueca al ver la expresión de Angie. Se sentía responsable de la angustia de la chica. En cierto modo, el había contribuido a hacer de Angie lo que en ese momento era.
— ¿Te gustan los caballos?
—Me dan miedo.
—Eso es porque no sabes nada de caballos. Cuando estés en el rancho te enseñare a montar.
—No me hagas esto —le dijo mirándolo a los ojos —Por favor, no necesito que me compadezcas.
Nicola abrió la boca para protestar, pero la cerró porque no estaba seguro de lo que debía decir. Se limito a suspirar y dijo:
—Vendré mañana a buscarte. Intenta descansar.

Angie asintió. Cerró los ojos y decidió que Nicola no volvería a tenerla a su merced. ¡Nicola Porcella no iba a volver a hacerle daño!

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