Angie
Arizaga suspiro profundamente. Estaba muy tensa, se había pasado el día esperando
que llegara Nicola. Miro de mala gana la puerta cerrada de su despacho había estado
pendiente de la puerta durante todo el día y esperaba poder irse de allí sin
tener que ver a Nicola.
Nicola
Porcella era su jefe, el dueño de la Agenda Porcella, pero también algo más.
Hacia años
que lo conocía, desde que sus respectivos padres habían estado a punto de
casarse, pero estos habían muerto en un trágico accidente y Nicola se había
convertido en la única persona que le quedaba a Angie en el mundo.
Después
de consultar el reloj, tapo con cuidado la maquina de escribir y cogió su impermeable,
que era su orgullo y felicidad, pues parecía de detective. Trabajar en aquella
agencia era muy emocionante, aunque Nicola no le permitiera trabajar en ningún caso
de los que le encargaban. Algún día, se prometió a si misma, iba a convertirse
en detective a pesar de su sobreprotector jefe.
— ¿Vas
a alguna parte?
Acababa
de aparecer Nicola, cigarrillo en mano, Parecía un autentico detective privado.
Angie se obligue a mirar hacia otro lado. Incluso después de lo que le había
hecho hacia tres años, le encantaba verle.
—A
casa. ¿Te importa?
—Mucho
—le pidío que entrara en su despacho y Angie le obedeció.
Nicola
vio que la joven se tensaba al acercarse a el. La reacción de Angie era
predecible y probablemente Nicola se la merecía, pero eso no dejaba de
incomodarle. Le hablo con más ira de la que realmente sentía
—Ya te
he dicho mil veces que no te inmiscuyas ni de broma en ningún caso.
—No lo
hice a propósito —contesto nerviosa —Vi a Jazmin y la acompañe. Creía que el caso
al que te referías era uno de esos sin importancia. ¡Como me iba a imaginar que
dos detectives profesionales estaban trabajando en una juguetería a media tarde!
Pensaba que Jazmin iba a comprar un regalo para su sobrinito —le miro furiosa —Al
fin y al cabo, no sabia que caso te traías entre manos. Solo me habías dicho
que no interviniera. No tienes derecho a regañarme.
Nicola
ni siquiera parpadeo, continuo mirando impasible. Angie tosió ruidosamente cuando
el humo le llego a la cara. Nicola sonrió desafiante, pero ninguno de los dos
se movió. En ese momento, llamaron a la puerta y Jazmin Pinedo asomo la cabeza.
— ¿Puedo
irme a casa? —le pregunto a Nicola —Ya son las cinco —le sonrió esperanzada.
—Llévate
tu oreja —contesto el refiriéndose a su equipo especial para escuchar conversaciones
—y vete con tu hermano. Nick necesita tiempo para vigilar a nuestro esposo
infiel.
— ¡No!
—Gimió Jazmin —No, Nicola, no estoy dispuesta a soportar cuatro horas de ruidos
libidinosos y conversaciones embarazosas con Nick. ¡Detesto a Nick! ¡En cualquier caso, he quedado con
Harold!
—Se
supone que no deberías hablar así delante de Angie —señalo a la joven —Después
de lo que acabas de decir, lo mas lógico es que ella se ofrezca a sustituirte.
¡Y no quiero que trabaje de detective!
—Lo
siento —contesto Jazmin avergonzada.
—No es
suficiente. Vete con Nick y reconsiderare tu indiscreción.
—Si me
despides —le dijo Jazmin —volvere a trabajar en el Departamento de Justicia y no
podrás obtener una orden de registro para tus casos en tu vida.
—Alguna
vez te he comentado que antes de ser guardabosques, estuve trabajando dos años
en el departamento de Salud Pública de Tejas?
Jazmin
suspiro, abrió la puerta de par en par se arrodillo y se incline ante Nicola.
— ¡Oh,
por Dios, vete a casa ya! —Contesto Nicola — ¡Y espero que Harold te compre una
pizza de anchoas!
—
¡Gracias, jefe! ¡Me encantan las anchoas! —sonrió Jazmin.
Ondeo
la mano a manera de despedida y desapareció antes de que Nicola cambiara de
idea. Nicola se paso impaciente una mano por el pelo.
—Lo
próximo que me van a pedir, van a ser vacaciones pagadas en las Bahamas.
—En
Jamaica —le corrigio Angie —Ya te las pedío Nicola
Se
acerco al escritorio para tirar las cenizas del cigarrillo en el cenicero
especial que le habían comprado sus compañeros de trabajo. Hasta se habían
atrevido a pagarle una inscripción para un seminario para dejar de fumar, a lo
que el había contestado enviándolos a todos a resolver un caso en un cine
pornográfico. A partir de entonces, nadie se había atrevido a hablarle de otro
seminario, pero Nicola había mandado instalar grandes filtros de aire en cada
oficina.
A Nicola
no le gustaba que le dijeran lo que tenia que hacer. Angie podía no estar de
acuerdo con el, pero le respetaba porque era un hombre que actuaba siempre
conforme a sus ideas. Le observe moverse y pensó que parecía un autentico vaquero.
Hombros anchos, caderas estrechas y piernas largas. Cuando estaba cansado, Nicola
cojeaba un poco a consecuencia de las heridas que le habían hecho tres años
atrás. En ese momento, parecía cansado. Le miro y recordó como había comenzado
todo.
Cuando
Nicola había abierto la agenda de detectives, había contratado sin
remordimientos de ninguna clase a los mejores detectives del departamento local
de policía, ofreciéndoles porcentajes y acciones en el negocio en vez de
salarios. Afortunadamente, la agencia había empezado a generar beneficios en un
tiempo record. Antes de ser guardabosques, Nicola había sido un excelente
policia y tenia muchos contactos que le aseguraban el éxito. Gracias a su
agudeza, cuando trabajaba de guardabosques en Houston había continuado
asesorando a otros policías. En Tejas, como a veces tenia que transitar por
caminos a los que no tenía acceso ningún vehículo, había tenido que montar a
menudo a caballo. Y Nicola era uno de los mejores jinetes que conocía Angie.
A
pesar del tiempo que había pasado desde que se habían conocido, a Angie
continuaba entusiasmándole todo lo relacionado con Nicola, aunque tenia cuidado
de no demostrárselo. Una muestra de su violenta pasión había sido suficiente
para contener el deseo que Angie había empezado a sentir por el.
—Nunca
me encargas ningún caso —Angie suspiro.
Nicola
la miro con recelo. Parecía decidido a no asignarle nada.
—Eres
secretaria, no detective.
—Pero
podría serlo si me lo permitieras —contesto Angie con calma —Puedo hacer lo mismo
que hace Jazmin.
—Incluyendo
vestirte de prostituta y ofrecerte en la avenida principal? —se burlo Nicola.
—Bueno
—se irguió incomoda y desvío la mirada —quizá eso no.
—O escuchar
conversaciones intimas —la miro con los ojos entrecerrados —en cuartos de hoteles
de mala muerte? O hacer fotografías en situaciones embarazosas? O seguir a un
asesino por todo el país y cogerlo en cualquier circunstancia?
—Esta
bien —contesto con aire de resignación —Tienes razón, supongo que no seria
capaz de hacer algo así. Pero podría rastrear pistas si me lo permitieras. Eso
es casi tan divertido como salir a perseguir a alguien.
Nicola
apago el cigarro con un movimiento lento que la puso nerviosa. Angie sabía que,
a pesar del control que ejercía sobre si mismo, Nicola era un hombre apasionado.
Y recordaba como se comportaba con una mujer. Recordar su forma de acariciarla
la encendía y debilitaba, pero no de deseo. Recordaba con miedo las caricias de
Nicola Porcella. De pronto, el la miro con intensidad, como si hubiera leído
sus pensamientos y reaccionara en consecuencia. Angie se ruborizo.
— ¿Hay
algo que te averguence? —pregunto Nicola en un tono que hubiera intimidado a cualquiera.
—Estaba
pensando que no me gustaría tener que seguir a ningún esposo infiel —agarro con
fuerza su bolso —Será mejor que me vaya.
— ¿Llegas
tarde a alguna cita? —pregunto sin interés.
Angie
haba renunciado a los hombres tiempo atrás. Pero Nicola no lo sabia, así que la
joven se encogió de hombros, le dirigió una sonrisa y se marcho. Ya en la
calle, descubrió que hacia una noche fría y oscura. Se cerró el impermeable y
se dirigió con desgana hacia su coche. Aquella noche seria igual a otras muchas
llegaría a su diminuto y funcional apartamento, que constaba de cocina, cuarto
de baño y una habitación en la que el sofá se convertía por las noches en su
cama. Vería alguna película, se acostaría y el día siguiente seria exactamente
igual. La única diferencia la marcaría la película. Por lo general, veía la
película con su amiga Sheyla Rojas, que trabajaba cerca de allí, pero el jefe
de esta estaba de viaje y Sheyla había tenido que acompañarlo de muy mala gana,
por cierto.
Angie
la echaba de menos. El jefe de Sheyla había contratado varias veces a la agencia
Porcella para que siguiera a su madre, una mujer experta en meterse en todo
tipo de problemas. No estando Sheyla en la ciudad, Angie se encontraba
completamente sola, no tenía a nadie con quien hablar. Le gustaba Jazmin y
hasta eran amigas en cierto modo, pero con ella no podía hablar del único problema
sentimental que tenia, Nicola Porcella.
Se
coloco la correa del bolso y metió las manos en los bolsillos del impermeable.
Pensó que su vida era como la noche: fría y solitaria. De pronto, se fijo en
dos hombres que estaban enfrente del edificio en el que se encontraba la
agencia. Los miro con curiosidad y vio que uno entregaba al otro unos
portafolios abierto lleno de paquetes con una sustancia blanca, el otro le dio
a cambio un fajo de billetes. Angie los saludo con aire ausente y hasta les
sonrió. No advirtió la expresión de alarma con la que la mira mientras ella se
dirigía con calma hacia su coche.
— ¿Lo
ha visto? —le pregunto uno al otro.
— ¡Cielos,
claro que lo ha visto! ¡Atrápala!
Angie
no oyó aquella conversación, pero se volvió oír que alguien corría, observe extrañada
que los hombres a los que acababa de saludar corrían hacia ella. Oyó unos gritos
y se quedo paralizada al ver un objeto metálico. Supo que era una pistola
cuando sintió un impacto en el brazo. Instantes después grito y se desmayo.
— ¡La
has matado! —Grito uno de los hombres —¡Tonto, ahora van a acusarnos de asesinato,
no solo por traficar con cocaína!
— ¡Callate!
¡Déjame pensar! A lo mejor no está muerta
— ¡Vamonos
de aquí! ¡Pueden haber oído el disparo!
—Salía
del edificio de las oficinas de la agencia de detectives —gruño el otro hombre.
—Desde
luego, has escogido un buen lugar para la entrega... ¡Corre! ¡Ya viene la
policía!
Un
coche patrulla se acercaba a ellos iluminándolos con sus potentes faros.
— ¡Dios!
—Exclamo uno de los traficantes — ¡Corre!
Angie
los oyó como en sueños. No los veía porque no podía levantar la cabeza. No
sentía nada, excepto el frío y la humedad del asfalto en su mejilla.
— ¡Le
han disparado a alguien! —Grito otra persona — ¡Que no escapen!
Angie
vio unos zapatos negros pasar corriendo ante sus ojos.
— ¡Angie!
Al
principio, Angie no reconoció su voz. Nicola siempre estaba tan tranquilo que
aquel grito desgarrado no le resulto familiar. Nicola la volvió lentamente y Angie
le miro conmocionada. No podía mover el brazo. Trato de explicarselo a Nicola,
pero tenia la lengua paralizada. Nicola le toco el brazo y comprobó que
sangraba profusamente.
— ¡Dios!
—gruño.
Su
rostro era una mascara inexpresiva, solo sus ojos brillantes por la ira
parecían tener vida. Uno de los policías volvió a su lado y se arrodillo al
lado de Angie, pistola en mano.
— ¿Esta
herida? —Pregunto cortante —He visto que uno de ellos ha disparado...
—Esta
herida. Llame a una ambulancia —dijo Nicola mirando al policía —Rápido. Esta sangrando
mucho.
El
policía se alejo corriendo. Nicola no perdió el tiempo cortó la manga del
impermeable de Angie e hizo una mueca al ver la blusa llena de sangre. Maldijo
por lo bajo y saco un pañuelo para hacer un torniquete.
—Quedate
quieta —le dijo con calma —No te muevas, pequeña, yo te cuidare. Vas a ponerte
bien.
Angie
se estremeció y empezó a llorar. La herida había empezado a dolerle. Grito
cuando Nicola apretó el torniquete, después Nicola se quito el impermeable y la
tapo. Angie miro la herida que seguía sangrándole mucho. Pero al ver tan
tranquilo a Nicola se calmó
— ¿Voy
a morir desangrada? —le pregunto.
—No
—miro por encima del hombro y al ver que un coche se acercaba, se levanto bruscamente
— ¡Ayudeme a subirla al coche! —Le grito a un policía —Esta sangrando mucho, no
puede esperar hasta que llegue la ambulancia.
—Acabo
de hablar por radio con mi compañero Ha atrapado a uno de los delincuentes. Llegara
de un momento a otro.
—Esta
bien —contesto Nicola apoyando la cabeza de Angie en sus piernas —Vamonos.
En ese
momento llego el otro policía con un hombre esposado. Nicola se tenso.
—Ya
viene la patrulla M 20 —le dijo el policía a su compañero —Aquí tenemos una mujer
herida. ¿Puedes tu solo con el detenido?
— !Claro
que si! idos rápidamente al hospital —grito el otro policía.
Minutos
después llegaban al área de urgencias del hospital. Angie estaba inconsciente. La
luz entraba a raudales por la ventana de la habitación del hospital cuando Angie
volvió a abrir los ojos. Parpadeo, se sentía agradablemente adormecida aunque
sentía el brazo hinchado. Miro con curiosidad el vendaje que lo cubría. Se estiro
y se dio cuenta de que le habían puesto suero.
—No te
muevas, se te va a salir la aguja
Nicola
se levanto de la silla en la que estaba sentado
—Y te puedo
asegurar que no es nada agradable que te la tengan que volver a poner.
Angie
se volvió al oírle. Estaba mareada, desorientada. , '
—Estaba
oscuro —murmuro —Me persiguieron unos hombres y creo que uno de ellos me
disparo.
—Si,
te disparo —contesto ceñudo —Eran narcotraficantes. ¿Que ocurrió? Te pillo el tiroteo?
—No
—gimió Angie —Los vi cerrando el trato, uno entregaba la mercancía y el otro el
dinero. Supongo que se asustaron, aunque yo no me di cuenta de que estaban
traficando con droga hasta que los vi persiguiéndome.
— ¿Los
viste? ¿Presenciaste la venta de droga?
—Me
temo que si —asintió débilmente.
Nicola
silbo y dijo:
—Si te
vieron y si reconocen el edificio...
—Uno
se escapo, ¿verdad?
—Si,
el que te disparo —contesto Nicola —Y la policía no tiene pruebas suficientes
para detener durante mucho tiempo al que atraparon. Es posible que salga bajo
fianza. Tú eres la única que puede enviarlo a prisión.
—Su
compañiero me disparo —señaló ella —Pero al quedaban detenido estaba allí con el.
¿No pueden acusarle de complicidad?
—Quizá
si, quizá no. Nunca se sabe como piensa esa gente —contesto.
Parecía
sinceramente preocupado.
—Estoy
segura de que lo sabes —murmuro ella adormecida —Llevas años persiguiendo gente
así...
—Si,
se como funciona la mente de los delincuentes —concedió Nicola —Pero cuando hay
un familiar por medio, las cosas cambian —observe el rostro de Angie con los ojos
entrecerrados —Cambia mucho.
Angie
decidió que debía estar sonando, Nicola no podía estar tan preocupado porque le
hubieran disparado. Pensar lo contrario era ridículo, Angie pensaba que Nicola
no le tenía ninguna simpatía, aunque se había compadecido de ella lo suficiente
para ofrecerle trabajo en su agenda cuando el padre de Angie había muerto. Nicola
era el peor enemigo de Angie, así que
podía importarle lo que le sucediera?
— ¿Como
te encuentras? —le pregunto a Angie.
—No
tan mal como anoche. ¿Que me han hecho le médicos?
—Te
han sacado la bala —contesto Nicola.
Saco
una bala del bolsillo de la camisa y se la mostro a Angie
—Calibre
38 —le explico —Es un recuerdo. He pensado que te gustaría enmarcarla.
— ¿No
crees que seria mejor que enmarcaramos al tipo que me disparo? —pregunto haciendo
una mueca.
—Eso
debe hacerlo la policía —Nicola arqueo una ceja.
— ¿Cuando
podré irme a casa?
—Cuando
recuperes las fuerzas. Has perdido mucha sangre.
—Jazmin
se pondrá furiosa cuando se entere —murmuro sonriendo —Ella es la detective y
me pegan tiro a mi.
—Oh,
estoy seguro de que se pondrá verde de envidia —contesto Nicola.
Se
acerco a la cama y miro fijamente el rostro de Angie. Permaneció allí durante
mucho tiempo.
—Bueno,
no te preocupes tanto, estoy bien —dijo adormilada y cerro los ojos —Aunque no
se por que iba a importarte. Me odias.
Inmediatamente
después de pronunciar aquellas palabras, se durmió. Nicola no contesto, pero
pensó con dolor en lo mucho que habría sufrido si Angie hubiera muerto en la
calle. Se acerco a la ventana y flexiono de nuevo sus músculos cansados. No
había dormido desde que Angie había ingresado en el hospital. Durante el tiempo
que había durado la operación había estado paseando nervioso por los pasillos.
Había sido la noche mas larga de su vida. Se volvió de nuevo hacia la cama y
vio que la joven estaba placidamente dormida.
Aquella
bata no le favorecía nada a Angie, la hacia parecer muy delgada. Nicola recordó
con tristeza la frialdad con que la había tratado durante todos esos años, la
hostilidad con la que había conseguido convertir a una jovencita tímida y adorable
en una mujer callada e insegura. Angie le había ofrecido su amor y el la había rechazado
de la peor manera. No había sido por crueldad, sino por culpa de un deseo
violento que había querido satisfacer de la única manera que sabía hacerlo...rápida
y salvajemente. Pero Angie era virgen y el no lo sabia. Se había alejado de él
a tiempo de salvar su virginidad, pero su estúpido orgullo le había impedido a Nicola
seguirla y explicarle que la ternura era algo que no estaba acostumbrado a
compartir con las mujeres.
Su
huida lo había destrozado, aunque Angie no lo sabía. Nicola había conseguido
ocultar el dolor que le había causado aquella experiencia, así que era lógico
que Angie pensara que la odiaba. Hasta había intentado convencerse a si mismo de
que no le importaba que Angie lo evitara y para salvar su orgullo, había hecho
parecer que había sido tan brusco con ella para que le dejara en paz. Recordó
los duros momentos que había pasado cuando le habían cosido a balazos. Todo el
mundo le había abandonado:
v su
madre siempre le había detestado a pesar de sus intentos por guardar las
apariencias.
v Francesca,
su esposa, le había abandonado en aquella dolorosa circunstancia y le había
pedido el divorcio, después de haberle sido descaradamente infiel.
Sin
embargo, Angie le había hecho querer volver a vivir, le había dado fuerzas para
luchar. Angie habia sido la luz que le había sacado de la oscuridad. Y el había
pagado su tierno amor con crueldad, aunque le doliera recordarlo. Pero lo que
mas le dolía era que ella podía haber muerto la noche anterior. Entro en ese
momento una enfermera y después examinar a Angie, le comento a Nicola.
—Ha
tenido suerte, verdad? Unos centímetros más y la bala la hubiera matado.
Aquel
comentario lo desarmó. Observe con atención a Angie. Si hubiera muerto, se
habría quedado solo en el mundo. No tenía a nadie. La dureza de aquel
pensamiento le hizo salir del cuarto murmurando una disculpa a la enfermera. Camino
por el largo pasillo y llego al lugar en el que estaba aparcado su Mercedes. Se
lo había llevado Jazmin mientras operaban a Angie. Tenía que llamar a la oficina
para contarles como se encontraba la chica, pero antes consulto su reloj. Si,
ya estarían en la agencia. Pasaría por la oficina antes de ir a su apartamento.
Abrió
la puerta del coche pero no entro. No podía apartar la mirada del hospital. Angie
no tenía a nadie. Suspiro
y se metió en el coche, aunque no arranco inmediatamente. Vio la sangre de Angie
en la manga de su chaqueta. Angie podía haber muerto en sus brazos. Angie había
sido una jovencita feliz, vibrante, ansiosa por complacerle, evidentemente enamorada
de el. Nicola cerro los ojos; el había matado aquellos sentimientos, la había alejado
con brutalidad de su lado. Nunca había deseado tanto a una mujer, pero tampoco había
sabido lo que era la ternura, y eso la había aterrorizado.
Nicola
no lo había hecho a propósito, pero quizá de manera inconsciente deseaba
alejarla de su lado antes de convertirla en su vida. Un fracaso matrimonial era
suficiente para un hombre, se dijo. Recordó con amargura el día que se habían
conocido...Desde el día en que se habían conocido en el restaurante, no habían
vuelto a verse, hasta que habían coincidido en un periodo de vacaciones. Nicola
y su esposa Francesca ya no se llevaban bien. Hasta la madre de Nicola, Nita,
decía que había visto a Francesca con otro hombre y de alguna manera, parecía
alegrarle que la esposa de Nicola le fuera abiertamente infiel. Aquellos días
habían sido terribles para Nicola.
El día
que Wyatt Arizaga y Nita Porcella habían comunicado su compromiso, Nicola había
sido herido por unos atracadores que le habían enviado prácticamente muerto al
hospital. Angie había ido al hospital en cuanto se había enterado, la había
llevado su padre, pero cuando vieron que Nita estaba en su casa y que Francesca
no aparecía por ningún lado, Wyatt se marcho. Angie se había quedado en el
hospital aquella noche. En cuanto la enfermera jefe se entero de que iban a ser
prácticamente hermanos y de que Nicola no tenia a nadie le permitieron quedarse
con el. Angie había estado a su lado cuando todo el mundo le había abandonado.
— ¿Volveré
a andar? —le había preguntado a Angie en cuanto recobro el conocimiento.
—Claro
—le contesto con una sonrisa tierna.
Le
había acariciado la cara y le había retirado con inmenso cariño un mechón de
pelo de la frente.
— ¿Donde
esta mi madre? —Le pregunto Nicola con brusquedad — ¿Donde esta Francesca? —Como
Angie no contestaba, había insistido furioso —Se acuesta con mi compañero de patrulla.
Me lo ha dicho...
Angie
le había mirado asustada y el le había dirigido una desdeñosa sonrisa antes de
volver a dormirse. Durante las semanas siguientes la vida de Nicola cambio. Francesca
había ido a verle una vez, para informarle de que había pedido el divorcio y
para decirle que volvería a casarse en cuanto lo obtuviera. Su madre también
había ido a verle una vez, pero en cuanto se había dado cuenta de que Nicola no
iba a morir, se había ido a navegar con Wyatt.
Angie,
furiosa con el resto de la familia, se habla dedicado por entero a la
recuperación de Nicola. Era consciente de que Nicola la necesitaba. Su madre y su
mujer le habían abandonado y para colmo de males había perdido su trabajo, pues
todos los médicos coincidían en que tendría que abandonarlo por las lesiones
recibidas en la espalda. Nicola se había derrumbado cuando le habían dado la
noticia.
—Eso
no te va a servir de nada —le dijo Angie verle tan deprimido.
Se
había arrodillado al lado de silla en la que Nicola estaba sentado y le había cogido
la mano
—Nicola,
no puedes darte por vencido —-había dicho —Los médicos solo han dicho que quizá
no puedas trabajar, no que no podrías volver a hacerlo No puedes dejar que te
hundan.
—Que
no puedo? Ya lo han hecho —contested evitando mirarla —Por qué no te vas tu también!!!
—Vamos
a ser hermanos y quiero que te pongas bien.
—No
necesito una hermanita —la miro.
—Pues
la tendrás aunque no quieras, cuando nuestros padres se casen —había contestado
contenta —Anda, anímate. Eres fuerte. Eres unos guardabosques, no lo olvides.
—Era un guardabosque.
—Bueno,
al principio no estarás en muy buenas condiciones físicas, pero y eso que? Escucha,
Nicola sabes hacer muchísimas cosas. Dios no cierra ninguna puerta sin dejar abierta
otra, puede ser una oportunidad para cambiar de vida.
Nicola
no había contestado inmediatamente. La había mirado con los ojos entrecerrados
y había dicho:
—No
soporto a las mujeres.
—Supongo
que no. Pero a tu vida no ha llegado ni una sola buena mujer.
—Me
case con Francesca para fastidiar a mi madre. No que no la quisiera, ella
estaba dispuesta a casarse y tener hijos. Eso era lo único que deseaba
Había
dejado la mirada, el recuerdo de su abandono le estaba matando
—Vete,
Angie. Vete a jugar a la enfermera a otro lado.
—No
puedo
Angie
se encogió de hombros
—Alguien
tiene que obligarte a dejar de autocompadecerte.
— ¡Maldición!
—estallo el.
Le
había dirigido una mirada amenazadora, pero ella no se había dejado intimidar.
Al fin y al cabo, era la primera vez que Nicola reaccionaba desde que le habían
dicho que no podría volver a trabajar.
—Así
esta mejor —le dijo — ¿Te apetece una taza de café?
Nicola
había dudado un momento antes de ceder a la necesidad de sentirse atendido par alguien.
Había asentido y acto seguido Angie habia ido corriendo a buscarle un cafe. Nicola
la había mirado extrañado. Nunca le había tratado así ninguna mujer y le
resultaba extraño tener a alguien que lo cuidara. Angie no se parecía a su
madre y por supuesto, tampoco a Francesca. Empezaba a ser parte importante de
su vida y no solo por el cariño que le profesaba. Deseaba a Angie con una
fuerza que nunca había sentido. Le excitaba como Francesca nunca lo había hecho
y eso, había pensado, podría acarrearle problemas en el futuro.
Ella
solo tenía diecinueve años, aunque ya tuviera alguna experiencia, como
cualquier chica moderna. Nicola había cerrado los ojos y había decidido dejar
ese problema para cuando se le presentara. Había empezado a pensar en lo que
ella le había dicho sobre la posibilidad de iniciar una nueva vida y había
sonreído al darse cuenta de que empezaban a bullir mil ideas en su mente. Pasaron
los días y Angie no dejaba pasar un solo día sin ir a ver a Nicola a su
apartamento.
Nicola
había aceptado su presencia y al final había bajado la guardia. En aquella
época habían llegado a estar muy unidos, a pesar de los esfuerzos que tenia que
hacer Nicola para reprimir su deseo por Angie. Sin embargo, aquella atracción
había empezado a minar lentamente sus esfuerzos por ser cariñoso con ella. Y un
lunes por la mañana la había recibido especialmente irritado.
— ¿Tu
otra vez? ¿Qué diablos quieres? —le pregunto con frialdad.
Angie,
que ya estaba acostumbrada a sus estallidos, le había sonreído y había
contestado:
—Solo
quiero que te pongas bien.
—Vete
—le había contestado — ¿No se te hace tarde para ir a clase?
—Ya no
tengo que ir a clase. Además, estamos en verano.
—Entonces
consigue un trabajo.
—Estoy
haciendo un curso de secretariado por las noches.
— ¿Y
trabajas de día?
—Algo
así.
— ¿AIgo
así?
Nicola
había escondido el rostro en la almohada.
—Mi
padre piensa que ya tengo trabajo suficiente ayudándote —contesto sonriente.
Lo que
no le había contestado había sido el desinterés de su padre al decir eso. Nita
solo había ido a ver a su hijo una vez y había estado con el menos de cinco
minutos. Pero Angie le adoraba. Había adelgazado y había intentado cuidar más
su aspecto para que Nicola se fijara en ella. No lo había conseguido, pero
esperaba que con el tiempo...
— ¿Eres
psiquiatra o fisioterapeuta? —le pregunto sarcástico.
Herida,
Angie había cogido su bolso y se había puesto de pie.
—Mi
padre va a casarse con tu madre y cuando eso suceda, tú serás mi hermano mayor.
Tengo que cuidarte.
—No
necesito que nadie me cuide —le contesto Nicola.
—Oh,
yo creo que si —respondió contenta.
Había
mirado las cicatrices que asomaban por la manga de su sudadera. Las de la
espalda eran peores, aunque Nicola no sabía que Angie las había visto
—Debe
dolerte —había añadido con suavidad —Siento mucho que te hayan herido, Emilio.
—Nicola
—la había corregido —Nadie me llama Emilio.
—Esta
bien.
—Y no
necesito que una niñita me cuide.
— ¿Por
que tu madre no viene a verte mas? —había preguntado con curiosidad.
—Porque
odiaba a mi padre —había contestado, desviando la mirada —Y yo me parezco a el.
—Ah
Angie
se había acercado entonces a el
— ¿Y
no te gustaría formar parte de una familia?
Le
había preguntado con mas ansiedad de la que pretendía
—Yo
solo he tenido a mi abuela, de verdad y me ha tenido con ella simplemente
porque no ha podido evitarlo. Mi madre murió cuando yo era una niña y mi
padre... —se había encogido de hombros —Mi padre nunca ha sido hombre de
familia, así que no tengo a nadie. Y... lo siento... pero parece que tu tampoco
tienes a nadie —había puesto los brazos en jarras —Podemos ser uno la familia
del otro.
—No
quiero tener una familia. ¡Y menos si tú tienes que ser mi único pariente!
—Yo
podría acostumbrarme a ti
Había
contestado Angie, sonriendo para ocultar el dolor que le habían producido las palabras
de Nicola. Comprendía que no la quisiera. Al fin y al cabo, nadie la había
querido nunca. Desde aquel día, Nicola había decidido ignorarla. Angie continuaba
yendo a verle a diario, le llevaba libros, cintas. Cocinaba para el y se
sentaba a su lado para conversar, para discutir, para animarlo a salir adelante
y a pesar de la hostilidad y falta de animación Nicola, había empezado a
enamorarse de el.
Angie
no era consciente de que su amor por el era tan obvio. Era imposible que Nicola
no notara sus sentimientos, le observaba con una mirada radiante. Tampoco era
consciente de que Nicola, a pesar de su propia voluntad también estaba empezando
a enamorarse de ella. Se habia acostumbrado a ella, disfrutaba con su presencia,
la deseaba. Angie era muy diferente a las mujeres que había conocido, era adorable,
cariñosa y había en ella una extraña especie de vulnerabilidad. Adoraba que lo mimara...
y había empezado a anhelar su compañía.
Y
había llegado un momento en el que había empezado a molestarle cuanto lo
atraía. Temía un compromiso, le aterraba después de su desastroso matrimonio. Aunque
se había casado con Francesca para molestar a su madre, se había sentido
atraído por aquella mujer que había fingido amarle. Pero Francesca no había
tardado en serle infiel con su compañero de trabajo. Nicola sabia que lo había
engañado por venganza y por eso lo había herido más que el tiroteo. Y Angie
también era una mujer, lo que quería decir que podía hacerle mucho daño. Aquellas
dudas habían dado lugar a un insoportable malhumor. Alejaba a Angie de su lado cada
vez que tenia una oportunidad, pero aquella chica era tan obstinada que no
quería creer que el en realidad no quería que fuera a verle.
Nicola
se había recuperado antes de lo que habían pronosticado los médicos. Y con la buena
salud había obrado una virilidad que respondía con resultados devastadores a la
femineidad de Angie...Un buen día, Angie había llegado al apartamento a la hora
del almuerzo, llevaba un pastel y se lo enseño con una sonrisa ingenua. Nicola
vestía pantalones e iba descalzo, acababa de terminar de hacer su gimnasia
diaria. Cojeaba un poco, pero podía caminar y estaba decidido a andar sin
volver a cojear. Pero Angie parecía robarle todas sus fuerzas. La deseaba con
una irrefrenable pasión. Hacia mucho tiempo que no estaba con una mujer y
necesitaba una y Angie lo tentaba más allá de sus fuerzas. Angie no había
notado la mirada calculadora que Nicola le había dirigido porque tampoco había
advertido el deseo que se reflejaba en sus ojos negros.
— ¿Qué
es eso? —le había preguntado y se había acercado a ella.
—Solo
un pastel —había contestado Angie sin aliento
Había
desviado la mirada al darse cuenta del impacto devastador que la cercanía de Nicola
ejercía sobre ella. Lo adoraba
—He
pensado que te apetecería algo dulce. ¿Como te encuentras? Tienes mucho mejor aspecto.
Nicola
nunca había pensado en el amor, si no habría previsto lo que había sucedido a continuación.
Su único propósito en ese momento era mitigar el deseo que le devoraba.
—Esta
bien, me apetece algo dulce
Le
había contestado arrinconándola contra el mueble de la cocina e inclinándose
sobre ella
—Y a
ti también debe apetecerte. Por tu forma de mirarme, habría tenido que ser
ciego para no darme cuenta de lo que sientes por mí. ¿Es esto lo que quieres, Angie?
—había preguntado presionando con descaro sus caderas contra las de ella para
hacerla consciente de la fuerza de su deseo.
Angie
se había ruborizado, pero Nicola no se había dado cuenta, solo estaba pendiente
de los labios entreabiertos de la chica
—
¡Dios sabe cuanto te deseo!
Angie
no había podido pensar en nada, la sorpresa que sentía era igual a su miedo.
Antes de que pudiera protestar Nicola la había besado, había metido la lengua
en la boca de Angie con una lujuria tan evidente que hasta una joven sin
experiencia como ella habría adivinado sus intenciones. A Angie solo la habían
besado una o dos veces, chicos conscientes de su inocencia, pero Nicola la
estaba sometiendo a un abrazo al que solo podía responde una mujer experimentada
y eso la había asustado. Angie se había erguido y había empujado con fuerza a Nicola,
que, incapaz de pensar con cordura, había posado la mano en un seno de la joven
y se había abierto paso con una pierna entre las de ella en un movimiento tan
explicito que Angie le había mirado aterrada.
— ¡Nicola...
no! —había gritado.
—Si—había
jadeado el — ¡Oh, Dios, si...! Me deseas, no nena? —Había preguntado y después
la había besado en la boca con ardor — ¿No es así? Y aquí mismo.
Angie
estaba tan asustada que no había sido capaz de contestar.
—Aquí.
Aquí mismo, de pie —habia dicho Nicola temblando.
La
acariciaba como si solamente le importara satisfacer su deseo. Y entonces,
respirando con dificultad, Nicola la había hecho tumbarse en el suelo. Sus ojos
se llenaban de deseo mientras la besaba. En su pasión no habia ningun lugar
para la ternura
—No,
todavía no estoy del todo bien —había murmurado —Vamos a la cama.
Angie
había comprendido entonces que aquella era su única oportunidad de alejarse,
asi que se había zafado como había podido de aquel abrazo. Su miedo tan
evidente que al final y a pesar de su excitación, no se la había aturdido. Angie
se había alejado de el sollozando.
— ¡Aléjate...
de mi! —Había gritado cuando Nicola había intentado acercarse otra vez a ella
con los ojos cargados de deseo — ¡Déjame en paz!
Al fin
Nicola había comprendido que Angie le tenía miedo. Había estado tan inmerso en
su propio deseo que no había sido consciente del miedo de la joven hasta que lo
había visto reflejado en sus ojos. Por primera vez se había dado cuenta de que
había perdido el control. Había intentado tranquilizarse y le había dirigido
una mirada hostil.
—Esto
es lo que me has estado pidiendo —le había dicho bruscamente mientras intentaba
recobrar la calma.
— ¡No!
—había gritado ella.
—Me
deseas —había insistido el —Por que si no, has estado viniendo a verme durante todo
este tiempo.
—Porque
te amo —había contestado Angie con un sollozo.
— ¡Amarme!
—Le había dirigido una mirada ardiente —Bueno, si me amas ven aquí
Demuéstramelo,
pequeña —había añadido con una sonrisa burlona para disimular su frustración.
A Angie
se le había paralizado el corazón. Le había mirado angustiada.
—No
puedo —había musitado — ¡Me has hecho mucho daño!
Aquel
rechazo le había enfurecido. Era como Francesca, que detestaba su forma de
hacer el amor, que lo atormentaba con su sarcasmo.
— ¿No?
—le había preguntado con frialdad —Entonces si no quieres acostarte conmigo, vete.
Lo único que quiero tener contigo es sexo. Dios —había gruñido al verla retroceder
— ¿por que no quieres acostarte conmigo? ¡Seguro que ha habido otros...!
Angie
había abierto los ojos de par en par y se habia ruborizado con violencia,
temblaba. Entonces, demasiado tarde, Nicola había comprendido que no había
habido ningún otro hombre, que esa era la razón que Angie hubiera sido tan
confiada e ingenua con el.
—Angie
—le había preguntado horrorizado — ¿eres virgen?
Angie
había estado a punto de desmayarse al ver la expresión de Nicola. Después de
aquello no volvería al mirarle a la cara. Había cogido su bolso y había salido
corriendo del apartamento, Nicola no había hecho nada por detenerla. Tampoco la
había llamado después para disculparse. Se había dicho a si mismo que era la única
solución posible, dejar que pensara que había hecho todo a propósito. Angie le
hacia sentir culpable. Y el no tenia nada que ofrecerle. Había vuelto a su
habitación sintiéndose extrañamente vacía. Volvería a confiar en ninguna mujer
mientras viviera. Solo esperaba no haberle hecho a Angie ningún daño
irreparable.
Hasta
había intentando considerarlo como un fin afortunado. Al final, su fingida indiferencia
y hostil dado habían acabado con la espontaneidad de Angie y habían convertido
en una joven tímida y callada. Después de la muerte del padre de Angie, Nicola
le había ofrecido trabajo como secretaria. Ella no tenía a nadie, así que se
había visto obligada a aceptar su ayuda. Aquel arreglo había funcionado bien,
aunque solo cuando la hacia enfadar podía reconocer Nicola ella a la antigua Angie.
Quizá por eso continuaba provocándola...Enfadado, puso en marcha el coche y
condujo hasta la agencia todo el mundo esperaba noticia de Angie. NO debía
haberse sorprendido, se dijo. Angie era adorable con todos los que la rodeaban.
— ¿Se
pondrá bien? —pregunto Jazmin preocupada
—Esta
bien —les aseguro Nicola —Todavía esta atontada por la anestesia, pero no
tendrá mayores consecuencias. Se va a recuperar.
—Cuando
le dan de alta? —insistió Jazmin —Puede quedarse conmigo. Necesita que alguien
la cuide.
—Vendrá
conmigo —contesto Nicola, sorprendiéndolos a todos, incluyéndose el mismo —La
llevare al rancho Jose y Bery pueden cuidarla. ¿Tenemos quien la supla durante
las próximas dos semanas? —pregunto a Jazmin.
---Si,
ya no tardara en llegar. Es una buena mecanógrafa y en la agenda aseguran que también
es bastante discreta.
—Perfecto
—contesto Nicola mirando sin querer el escritorio donde se sentaba Angie y le dolió
verlo vacío.
— ¿Quieres
mirar en su agenda que hay pendiente? —Pregunto molesto a Jazmin —Ni siquiera
se lo que tengo para hoy.
—Tienes
un almuerzo con Harvey Barret —le recordó —Para lo del caso de la extorsión. Por
la tarde tienes que ver al matrimonio Allison, que quiere que localices a su
hija y por ultimo, hablar con el hombre que quiere que vigiles a su esposa.
— ¿Y
esta mañana?
—Nada
urgente —contesto Jazmin.
—Bueno.
Voy al apartamento a cambiarme y después estaré en el hospital hasta la hora del
almuerzo.
—Creía
que habías dicho que esta bien —repuso Jazmin preocupada.
Nicola
contesto en la puerta.
—Si
surge algo importante, puedes localizarme en el hospital
Le dio
el número de la habitación de Angie.
—Esta
bien, jefe. Dile que la echamos de menos.
Nicola
asintió. El tampoco podía dejar de pensar en Angie.
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