Nicola aparcó frente a la casa de Angie y giró la cabeza para
mirar a sus hijas.
·
Enseguida vuelvo.
Andrea ni siquiera levantó la mirada de la Gameboy. Angélica
le mostró un gorila vendado hasta las cejas.
·
Date prisa, papá. No quiero que
otra persona se lleve las mejores calabazas.
·
Hay muchas calabazas, Angélica. No
te preocupes.
Nicola llamó a la puerta y entró sin esperar respuesta.
·
¿Eres tú, Nicola?
Escuchó la voz de Angie desde el cuarto de baño.
·
No, soy el hombre del saco.
Ella asomó la cabeza, envuelta en una toalla.
·
Salgo enseguida. ¡Amy, date prisa!
¡Vamos a buscar calabazas para Halloween!
Nicola miró su reloj. Las doce en punto. Le había dicho que iría a
buscarla a las doce pero, por supuesto, no estaba lista. Nunca estaba lista. Su
falta de puntualidad lo volvía loco. Entonces miró el salón. Había papeles por
todas partes, cuadernos, periódicos...una camiseta en el sofá, dos tazas de té
sobre la mesa. Y un sujetador de color lila en el suelo. Su desorden también lo
volvía loco. Suspirando, Nicola tomó las dos tazas de té para llevarlas al
fregadero...que estaba lleno de platos sucios. Llevaban un mes saliendo y le
gustaba mucho Angie. Era generosa, simpática y divertida. Pero un desastre.
Nunca hasta entonces se había dado cuenta de lo desordenada que era.
·
Hola, Nicola
Lo saludó Amy
·
Te espero en el coche,
·
Muy bien
Murmuró él, distraído. Había sido muy feliz durante aquel mes.
Pero empezaba a preguntarse dónde iba a llevarlos aquella relación. Nicola
pensó en su mujer y en la cinta. Ally quería que se casara con Angie. ¿Casarse
con Angie? ¿Cómo podía casarse con una mujer que tenía el fregadero lleno de platos
sucios? ¿Cómo podía casarse con una mujer que dejaba los sujetadores tirados en
el suelo del salón?...Pero entonces recordó sus besos.
Eran pocos y normalmente, robados por los pasillos o después de
una cita en la que, casi siempre, estaban incluidas las niñas. Pero sus besos
lo hacían sentir vivo. Su piel, su voz...lo hacían sentir que tenía otro propósito
en la vida, además de cuidar de sus hijas y dirigir el colegio. Sus besos lo hacían sentir parte del mundo.
Como si hubiera un sitio para él. Lo hacían sentir amado por una mujer. Sorprendido
al pensar en la palabra «AMOR», Nicola tomó el sujetador del
sofá para llevarlo al cesto de la ropa sucia. Que estaba hasta arriba.
·
¿Necesitas algo?
Él se volvió, con el sujetador en la mano. Una talla noventa,
seguro. Angie lo miró, sonriendo y Nicola se puso colorado. Él compraba
sujetadores para Ariana e incluso había ayudado a Andrea a ponerse el primero
unos meses antes. Pero aquel era «otro» tipo de sujetador.
·
Estaba...arreglando esto un poco
Explicó, aclarándose la garganta. Ella soltó una risita.
·
Dame eso
Dijo, acercándose para darle un beso en los labios. Fue un beso
rápido porque las niñas esperaban en el coche. Además, la última vez que se
besaron...les costó mucho separarse. Nicola ya no estaba satisfecho solo con
besarla. Quería tocarla. Cuando la besaba, quería acariciar sus pechos, quería
acariciar...
·
¿Nos vamos?
·
Vamonos
Contestó Angie, tirando el sujetador sobre el sofá. Nicola sacudió
la cabeza. Sabía que ella no dejaría de ser desordenada, como él no podría dejar
de ser compulsivamente organizado. Si algo había aprendido en cuarenta años es
que hay que aceptar a la gente como es y no intentar cambiarla. Andrea, Amy y Angélica
salieron corriendo del coche al llegar a la huerta. Ir a la huerta de Albert para
comprar calabazas era una tradición familiar desde que Ariana se puso su primer
disfraz de Halloween.
·
Esta es la primera vez que vengo
sin Ariana
Murmuró Nicola, sonriendo con cierta tristeza. Angie tomó su mano
y caminaron despacio, como un matrimonio dando un paseo el sábado por la tarde.
·
¿Está con su novio otra vez?
Él asintió.
·
Mark y ella están «estudiando»
porque tienen un examen de historia el lunes.
·
¿Crees que hacen algo más que
estudiar?
Nicola se encogió de hombros.
·
No quiero ni pensar en ello. La
idea de que un chico bese a mi hija...
Angie soltó una carcajada.
·
Es su primer novio, Nicola. Y ese
es un momento muy emocionante en la vida.
·
Anoche me informó de que están
saliendo juntos. Yo le pregunté dónde «salían» y ella me miró con cara de asco.
·
No pasa nada, hombre. Sabes que es
una chica muy sensata.
·
Lo sé, tienes razón. Pero me
preocupa de todas formas. Hace un mes estaba llorando porque creía que nunca
iba a gustarle a nadie y ahora se pasa el día con ese chico.
·
¡Papá! ¿Qué te parece esta?
Gritó Angélica, sentada sobre una calabaza más grande que ella.
·
No cabe en el coche. Busca una más
pequeña.
·
¡A mí me gustan grandes!
·
Angélica...
Nicola se volvió entonces hacia Angie. Le gustaba tener a alguien
con quien poder hablar de sus hijas. Le gustaba poder confiar en ella y en su
buen juicio.
·
¿Sabes que Ariana va ir al baile de
Navidad con Mark?
·
Sí, me lo ha contado.
·
Quiere que vaya con ella a
comprarse un vestido largo. Su primer vestido largo, Nicola.
Él dejó escapar un suspiro.
·
Crecen muy rápido.
·
Ayer dijiste que crecían muy
despacio
Sonrió Angie.
·
Porque Angélica atascó el fregadero
con vendas.
Ella apoyó la cabeza sobre su hombro, sonriendo. Y de, repente, Nicola
volvió a pensar en la palabra «AMOR». ¿Estaba enamorado de ella?
¿Podía enamorarse un hombre de cuarenta años? Era muy diferente de lo que
sintió por Ally en la universidad. Y más tarde, cuando se casaron.
·
¿Podía confiar en sí mismo, en su
buen criterio, con respecto a Angie?
·
¿Podía alguien enamorarse dos
veces?
Amy llegó corriendo a su lado.
·
¿Puedo usar una carretilla roja
para llevar mi calabaza, Angie?
·
Claro
Contestó ella
·
Están allí, apoyados en el granero.
¿Los ves?
Su hermana salió a la carrera en dirección al granero.
·
¿Y tú hablas de preocupaciones? Yo
pensaba que lo de Jeffrey se le pasaría.
·
¿Y no es así?
Angie se paró en medio del camino, observando una calabaza.
Mientras Nicola hacía los típicos agujeros para los ojos y la boca, ella era
famosa en el colegio por hacer las calabazas más imaginativas, en forma de
duende, de bruja...
·
Está cada vez peor. Dice que
Jeffrey es su novio y no deja de hablar de la residencia Logan.
·
¿Qué es eso?
·
Una residencia para personas con
síndrome de Down. Ahí es donde vive Jeffrey.
·
¿La conoces?
Le preguntó Nicola.
·
No. Nunca he querido recluir a mi
hermana
Contestó ella, sin mirarlo
·
Se lo prometí a mi madre y...
·
Tranquila, tranquila. No quería
decir nada. Lo estás haciendo muy bien, Angie. Eres una hermana maravillosa
para Amy.
·
¿Sabes lo que me dijo el otro día?
Que necesitaba unas vacaciones.
·
¿Unas vacaciones?
·
Jeffrey y sus amigos van a pasar un
fin de semana en Virginia. Sin padres, solo con un cuidador de la residencia. Y
Amy quiere ir con ellos.
·
Angie, no puedes enfadarte porque
desee cierta independencia
Sonrió Nicola
·
Es lo que tú querías, ¿no? Que
pudiera valerse por sí misma.
Angie se miró las zapatillas de deporte.
·
Supongo que tienes razón. Pero un
novio...No sé qué hacer. Amy no puede tener novio. Al menos, yo no creo que...
¿Cómo podría explicarle el asunto del sexo? Ni siquiera sabe lo que es.
Nicola la tomó entre sus brazos para consolarla.
·
No te preocupes.
·
¿Cómo que no...?
·
Tú acabas de decir que no me
preocupe por Ariana. Pues yo no creo que tú debas preocuparte por Amy. No hará
nada inapropiado porque la has educado muy bien.
Angie dejó escapar un suspiro.
·
No es lo mismo, Nicola. Ariana no
es Amy y tú lo sabes.
El apartó un rizo de su cara, deseando estar a solas, deseando
poder borrar con sus labios aquel gesto de preocupación.
·
Yo creo que Amy es más lista de lo
que tú crees.
·
Eso espero
Suspiró ella
·
¿Buscamos una calabaza o no?
·
Muy bien. Vamos a buscar una
calabaza.
Angie apartó la cortina del salón al ver los faros del coche de Nicola.
No habían tenido un solo momento de intimidad desde Halloween y fue ella misma
quien sugirió que dieran un paseo por la playa esa noche, aprovechando que
todavía hacía buen tiempo a pesar de estar en el mes de noviembre. Ariana se
había quedado cuidando de las pequeñas y Amy estaba con la señora Cannon de
modo que tenían una hora.
Angie soltó la cortina y se acercó a la mesita para colocar las
revistas. Sabía que Nicola se ponía malo cada vez que veía el desorden de su
casa e intentaba arreglarla todo lo que podía. Pero no debía molestarlo mucho
si seguían saliendo juntos, pensó. Durante semanas había dejado que aquella
relación siguiera su curso sin pensar dónde iba a llevarlos. Y Nicola evitaba
el tema tanto como ella. Pero en algún momento tendrían que hablar del futuro.
¿Qué quería Nicola, además de compañía y un beso de vez en cuando?
¿Qué quería ella?...Una vez quiso un marido y una familia. Pero después de Paul,
había abandonado la idea. Y tenía casi cuarenta años. ¿Seguía soñando con un
matrimonio, una familia? ¿De verdad pensaba que Nicola iba a pedirle que se
casara con él? No podría decir que sí. Daba igual lo que sintiera. Daba igual
que estuviera enamorada como una cría. Había demasiados cosas en contra.
Mezclar dos familias es algo muy difícil, pero con Amy... Amy que
últimamente estaba muy rara y discutía por todo. Casarse con Nicola era
sencillamente imposible. No podía obligarlo a cargar con Amy. No podía obligar
a sus hijas a cargar con Amy, que sería una niña para toda la vida. Debía poner
fin a aquella relación, pensaba. Debía decirle que el asunto empezaba a ser demasiado
peligroso, que no quería hacerle daño y era mejor separarse. Entonces oyó la
puerta del coche. Por supuesto, no le diría que estaba enamorada de él. Solo le
diría que eran muy buenos amigos y quería mantener esa amistad. Nicola llamó a
la puerta y entró sin esperar, como siempre.
·
¿Angie?
·
Estoy aquí.
Él apareció en la puerta del salón, sonriendo.
·
¿Vamos a dar un paseo? He traído
una toalla, por si queremos sentarnos en la arena
Le dijo, con esa voz ronca, tan sexy. Una voz que a Angie le daba
escalofríos.
·
Claro.
Se lo diría después del paseo, pensó.
·
¿Las niñas están en la cama?
·
Sí
Contestó Nicola, tomando su mano.
·
¿Ariana ha encontrado los vaqueros
que había perdido?
·
En casa de una amiga.
·
Ah, claro
Hacía una noche preciosa y las olas llegaban a la playa con un
ruido mecánico, tranquilizador.
·
Pero he venido para dar un paseo
contigo. No para seguir hablando de las niñas
Sonrió Nicola entonces
·
Quería estar a solas contigo.
·
Yo... también estaba deseando estar
a solas contigo. No es que no quiera a tus hijas, pero...
·
Pero sería maravilloso tener una
vida aparte de las niñas, de Amy, del colegio...
Sus palabras parecían extrañamente fatídicas. Pero Angie tuvo
miedo de preguntar. Aunque aquella era una oportunidad excelente para decirle
lo que había ensayado en el salón. Pero era una noche demasiado perfecta, con
la brisa moviendo su pelo y Nicola tan alto, tan cariñoso...
·
¿Quieres que nos sentemos un rato
para ver las olas?
Ella asintió y Nicola colocó la toalla sobre la arena. Una vez sentados,
le pasó un brazo por la cintura.
·
Me gusta el mar de noche. Es
precioso.
·
Como tú.
El cumplido la pilló por sorpresa.
·
Nicola...
Tenía que decírselo. Era el momento. Pero cuando se volvió para
mirarlo, en sus ojos había un brillo de deseo imposible de disimular. E imposible
era no corresponder. Solo un beso, se dijo.
·
Angie...
Ella enredó los brazos alrededor de su cuello y se derritió
mientras la besaba. Sin darse cuenta de lo que hacían, fueron deslizándose
sobre la toalla hasta quedar tumbados. Él rozó sus pechos y Angie dejó escapar
un gemido. Nicola la besó entonces con la boca abierta, hambriento. Ninguno de
los dos parecía poder apartarse del otro. Nicola volvió a acariciar sus pechos
y ella volvió a gemir. Bajo la tela del chándal podía sentir que sus pezones se
endurecían y se apretó contra él, buscando la dureza del torso masculino en
contraste con sus suaves curvas. De repente, Nicola se incorporó.
·
Angie...
Jadeó, nervioso
·
Perdona, lo siento.
Ella se sentó, soltando una risita nerviosa.
·
No pasa nada.
·
Yo no quería...
·
No pasa nada. De verdad... yo
quería que me tocases
Le confesó Angie por fin. Nicola se levantó, ofreciéndole su mano.
·
La próxima vez que salgamos de
paseo, deberíamos llevar carabina.
Caminaron de la mano por la arena y cuando estaban llegando a casa
vieron dos figuras en la puerta.
·
¿Qué demonios...?
Eran dos personas abrazándose. Angie reconoció a una de ellas. Era
una chica llenita. Y también reconoció la chaqueta vaquera. Entonces soltó la
mano de Nicola y salió corriendo.
·
¡Amy Marie Arizaga!
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