·
Qué película más
molona
Exclamó Ariana, cuando salían del cine.
·
Brad Pitt está guapísimo
Rio su amiga Missy.
·
Para comérselo
Asintió Julie. Las tres amigas salieron corriendo hacia el
aparcamiento, con Andrea, Angélica y Amy detrás.
·
¿Qué te ha parecido?
Preguntó Nicola…Angie se encogió de hombros. Lo había pasado muy
bien. Estar con Nicola la hacía...feliz. Esa idea la asustaba y la emocionaba a
la vez. Sabía que no saldría nada serio de aquella relación, pero estaba
contenta.
·
Brad Pitt está guapísimo
Dijo, imitando el tono de Missy.
·
¿Te gusta Brad Pitt?
Rio Nicola.
·
La verdad es que no. Prefiero a los
hombres que son un poco más...sutiles respecto a su masculinidad.
·
Entonces, ¿tu tipo de hombre no
tiene que saltar de edificios en llamas ni conducir a trescientos por hora?
Angie sonrió. Le gustaba charlar con él. Sobre todo, cuando
estaban...prácticamente tonteando. Y había pasado mucho tiempo desde la última
vez que tonteó con alguien.
·
Mi héroe sabe cocinar, pasar la
fregona y ayudar a los niños con los deberes, todo al mismo tiempo.
·
Yo puedo hacer todo eso
Rio Nicola.
·
Lo sé.
·
¡Vaya!
·
Perdona. No quería...
Empezó a tartamudear Angie, repentinamente tímida.
·
¿No querías qué?
La interrumpió él, tomando su mano
·
¿Lamentas decirme la cosa más bonita
que me ha dicho nadie en mucho tiempo?
·
No. Lo he dicho de verdad. Lo que
pasa es que...Esto no se me da nada bien, Nicola. Soy demasiado mayor para
salir con alguien. No sé qué decir, ni qué...Bueno, ya me entiendes.
Nicola se detuvo en medio de la acera. Oían el ruido de los coches
y veían las luces en el aparcamiento, pero Angie sentía que estaban
completamente solos.
·
Te entiendo
Dijo él entonces, apretando su mano. La miraba a los ojos como si
quisiera besarla. Y Angie quería que la besara. Pero, ¿y si lo hacía? Había
pasado tanto tiempo desde que besó a un hombre que seguramente no recordaría cómo
hacerlo.
·
Nicola...
·
Angie…
Murmuró él, con voz ronca
·
Quiero besarte. Pero...
·
¿Pero qué?
¿No podía hacerlo? ¿Era por Ally?
·
Es que... ¿y si no sé cómo hacerlo?
Rio Nicola, nervioso
·
Ha pasado tanto tiempo desde la
última vez que besé a una mujer...
Esas palabras derritieron su corazón. Parecía tan asustado como
ella. Angie se puso de puntillas y lentamente, sin dejar de mirarlo a los ojos,
le ofreció sus labios. Nicola la besó entonces, dubitativo, como si no estuviera
seguro del procedimiento. Pero el olor de su colonia, su altura, su
proximidad...la aturdían. Estaban tan cerca que sus alientos se mezclaban. Angie
estaba nerviosa. ¿De verdad habían pasado cuatro años desde la última vez que besó
a un hombre?
·
Deseaba tanto besarte...
Murmuró él, rodeando su cintura con los brazos. Al notar su
lengua, se alegró de que la estuviera sujetando porque se habría caído al
suelo. Nicola sabía de maravilla. Mucho mejor que el champán y las fresas. Estaba
completamente abrumada por el sabor de su boca, por la fuerza del abrazo, por
su olor. Por fin se apartaron, jadeando. Y nada era lo mismo que un minuto
antes. Era como si el mundo hubiera girado al revés.
·
Vaya
Murmuró ella.
·
Vaya
Repitió él.
·
¡Papá!
Oyeron gritar a Andrea
·
¡Ariana dice que soy un gusano!
Nicola dio un paso atrás. Parecía muy nervioso.
·
Vamos, gusano de mi corazón
Dijo, tomando a su hija de la mano.
·
¡No me llames gusano, papá!
Angie tomó la mano de Nicola y él sonrió. Estaba nerviosa,
agitada, deseando otro beso... ¿Quién habría pensado que el tranquilo y
organizado Nicola Porcella podría besar de esa forma?...Al día siguiente, Angie
estaba en la puerta de la bolera esperando a su hermana. Todos los sábados, Amy
iba a jugar a los bolos con sus amigos, vigilados por varias personas de la
parroquia. Angie miró su reloj. Eran las nueve, de modo que estaría a punto de
salir. Su móvil sonó en ese momento y cuando vio el número que aparecía en la
pantalla tuvo que sonreír…Era Nicola.
La había llamada tres veces aquel día:
Ø La primera, para darle las gracias por ir al cine con él el día
anterior.
Ø La siguiente, para preguntar si era la época de cortar los
aligustres.
Una excusa poco sólida.
Ø La última, para preguntar si podía echar pimientos rojos en lugar
de verdes al pesto.
Una excusa nada plausible, porque Nicola cocinaba mucho mejor que
ella.
·
Dígame.
·
Hola
La saludó él, con aquella voz tan ronca y tan sexy
·
¿Qué haces?
·
Estoy en el coche, esperando a Amy.
Hoy han empezado la partida de bolos a las siete en lugar de a las cuatro.
·
He llamado a tu casa y como no
contestabas...
·
¿Has dejado un mensaje obsceno en
mi contestador?
Bromeó Angie.
·
Lo he intentado, no te creas. He
llamado dos veces, pero no se me ocurría nada.
Angie sonrió. Aquella confesión era más tierna que cualquier
mensaje.
·
¿Querías algo?
·
No, nada. No se me ocurren más
excusas.
·
Me alegro
Rio ella
·
¿Por qué hablas tan bajito?
Se alegraba de que Amy saliera tarde. Se alegraba de estar «a
solas» con Nicola.
·
Porque estoy escondido.
·
¿Escondido?
·
En el salón. Las niñas están en la
cocina.
·
¿Y te escondes de ellas?
·
Es que, como siempre estoy
regañando a Ariana porque se pasa la vida hablando por teléfono...
Angie soltó una carcajada.
·
Todo esto es nuevo para ellas,
¿verdad?
·
Desde luego.
·
Deberíamos darles tiempo para que
se acostumbren a vernos juntos.
·
Bueno, tengo que irme. Están
discutiendo sobre a quién le toca pasar la fregona.
·
Vale. Oye, Nicola...
·
¿Sí?
·
Me alegro de que hayas llamado.
·
Yo también. Nos vemos mañana en la
iglesia.
·
Hasta mañana.
Sonriendo, guardó el móvil en el bolso y volvió a mirar el reloj.
Eran las nueve y diez. ¿Dónde estaba Amy?...Quizá estaba esperándola dentro,
pensó. O quizá había ido al cuarto de baño. Angie salió del coche y se dirigió
a la bolera. Entonces se fijó en una pareja que estaba besándose en la puerta.
Solo podía ver la chaqueta vaquera del chico, que la tenía prácticamente aplastada
contra la pared. Eso le recordó el beso de la noche anterior. Desde luego, Nicola
y ella se habían portado como dos adolescentes. Cuando iba a entrar, vio con el
rabillo del ojo la camiseta de la chica. Era de color frambuesa...
·
¡Amy Arizaga!
El joven se apartó, asustado.
·
Hola, Angie. No sabía que estabas
aquí
Dijo su hermana, tan tranquila.
·
¿No sabías que estaba aquí? Amy,
llevo veinte minutos esperando en el coche. ¿Qué estás haciendo?
·
Nada malo.
Angie miró entonces al chico. ¡Al chico que estaba besando a su hermana!
¿Cómo se atrevía?...Estaba dispuesta a llamar a la policía si era preciso.
·
¿Quién eres tú? ¿Y qué estabas
haciendo con mi hermana?
·
Es mi amigo Jeffrey
Lo presentó Amy con una sonrisa
·
A él también le gusta jugar a los bolos.
Angie se percató entonces de que también él tenía síndrome de
Down. Angie había estudiado tanto el tema que reconocía los rasgos
inmediatamente. Evidentemente, Jeffrey debía formar parte del grupo de la
parroquia.
·
Jeffrey... ¿han venido tus padres a
buscarte?
·
Mi hermano
Contestó el chico
·
Tiene un jeep azul oscuro, con
motor de ciento cincuenta caballos.
·
Jeffrey sabe mucho de coches.
·
Y de camiones. También me gustan
los camiones.
Angie tomó a su hermana de la mano.
·
Vamonos.
·
Hasta el sábado, Jeffrey
Se despidió Amy con una enorme sonrisa
·
Hasta el sábado.
Mientras su hermana se ponía el cinturón de seguridad, Angie
intentaba meter la llave en el contacto, nerviosa. En el pasado había tenido
que enfrentarse con muchos problemas: cuando Amy tuvo la regla por primera vez,
cuando quiso empezar a trabajar...Pero nunca se le había ocurrido pensar en los
chicos. No, Jeffrey no era un chico, era un hombre. Debía tener al menos
veinticinco años. Quizá más. Angie nunca había pensado que un hombre pudiera
sentirse atraído por Amy porque la veía como una niña.
·
Estás enfadada conmigo
Dijo su hermana.
·
No estoy enfadada.
Pero no era cierto. Estaba enfadada, muy enfadada. Y asustada. Amy
no sabía nada sobre los hombres. No era capaz de mantener una relación amorosa.
Ese Jeffrey estaba aprovechándose de su inocencia.
·
Sí lo estás.
·
¿Qué estabas haciendo con Jeffrey?
·
Dándole un beso.
·
No deberías haberlo besado.
·
¿Por qué no?
·
Pues... porque no.
·
Es mi amigo
Se defendió Amy.
·
No se besa a los amigos en la boca,
cariño.
Habían hablado de aquello varias veces. Uno de los rasgos de las
personas con síndrome de Down es que son muy afectuosas. Angie había tenido que
explicarle a su hermana que ser demasiado afectuoso a veces provoca incomodidad
en los demás y Amy conocía las reglas. Y aunque siempre estaba abrazando a la
gente, sabía dónde estaban los límites. Hasta aquella noche. Volvieron a casa
en silencio y en cuanto detuvo el coche, Amy salió corriendo, como siempre.
·
¡Solo le estaba dando un beso de
despedida! ¡Y pienso besarlo cuando quiera!
Le gritó, antes de encerrarse en su dormitorio. Angie se quedó
inmóvil en el pasillo. No sabía qué hacer. Amy jamás le había gritado. Jamás
había dado un portazo. Debía hablar con ella, pero decidió que no era el
momento. Su puerta estaba cerrada y tenían el acuerdo de no molestarse la una a
la otra cuando la puerta del dormitorio estaba cerrada. Todo el mundo tiene
derecho a estar a solas. Angie estuvo un rato mirando el teléfono y por fin, a
las diez, marcó el número de Nicola.
·
Hola, soy yo.
·
¿Te pasa algo?
Angie se pasó la mano por los ojos. Estaba exagerando, solo había
sido una tonta discusión. Hablaría con Amy al día siguiente para explicarle el
asunto. Además, con solo oír la voz de Nicola se sentía mejor.
·
He discutido con Amy. No sobre la
ducha o sobre cambiarse de calcetines
Dijo, respirando profundamente
·
Nicola, la he pillado besándose con
un hombre.
·
¿Tú crees que estaba aprovechándose
de ella?
·
Pues claro que sí
Exclamó ella
·
Amy no entiende dónde puede
llevarla un beso.
·
Angie, no pasa nada. Cálmate.
·
¡Estoy calmada! No, no estoy
calmada, ¿verdad?
·
Me parece que no.
Estaba a punto de llorar y eso la sorprendía.
·
No creo que estuviera
aprovechándose de ella. Es un chico con síndrome de Down y Amy estaba sonriendo
de oreja a oreja cuando los pillé.
·
Ya veo
Murmuró Nicola
·
Amy es una chica joven. ¿A cuántos
chicos habías besado tú a su edad?
·
No es lo mismo y tú lo sabes. Y sabes
por qué estoy preocupada
Suspiró Angie
·
Ya conoces a Amy. Sabes lo que
puede y no puede entender.
·
Entiendo que estés preocupada. Y
entiendo que quieras vigilarla, pero no creo que un beso le haga daño. Tiene
derecho a vivir. Tiene derecho a disfrutar de todo lo que la vida le ofrezca,
igual que tú y yo.
·
Pero no quiero que le hagan daño.
No quiero que nadie se aproveche de Amy.
·
Claro que no. Habla con ella y con
ese chico. A ver qué piensan.
·
Nunca se me había ocurrido que esto
podría pasar.
Nicola sonrió.
·
La has animado para que sea
independiente. El trabajo en el colegio, hacer sus cosas en casa...Es natural
que quiera tener sus propios amigos.
·
Amigos, sí. Novios, no
Susurró Angie.
·
No va a pasar nada, ya lo verás.
Ella se mordió los labios. El salón estaba a oscuras y oír la voz
de Nicola era como tenerlo a su lado...o casi. Ojalá estuviera con ella, ojalá pudiera
apoyar la cabeza sobre su pecho. El beso la había dejado muy alterada. ¿Qué
pasaría después? ¿Qué querría hacer Amy que, por edad, era una persona adulta?
·
¿Tú crees?
·
Estoy seguro.
·
Gracias
Sonrió Angie.
·
De nada, Negrita.
Se quedaron en silencio. Ninguno de los dos parecía quería colgar,
aunque evidentemente la conversación había terminado.
·
Bueno, tengo que dejarte. Es tarde.
·
Hablaremos mañana. Angie...
·
¿Sí?
·
Me alegro de que hayas llamado
Murmuró Nicola
·
Me alegro de que me pidas consejo.
Aquellas palabras no eran tan bonitas como un beso...pero casi.
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