Nicola entró en su casa, silbando, con la chaqueta colgada al
hombro.
·
¿Ariana?
Mientras subía por la escalera, recogió una rana de peluche con un
anca vendada, una pelota de tenis y varios rotuladores. Como todos los días. Su
hija apareció entonces al final de la escalera, en chándal.
·
Estoy en mi habitación, haciendo
los deberes.
·
¿Un viernes por la noche?
Preguntó Nicola, sorprendido
·
¿Estás enferma, hija?
Ariana arrugó la nariz.
·
Muy gracioso, papá. Tengo que hacer
un trabajo de literatura para el martes. Además, es viernes pero no tengo nada
mejor que hacer.
·
¿Y qué querrías estar haciendo?
-sonrió su padre.
·
Ir al cine con un chico, por
ejemplo
Suspiró Ariana
·
Esto es horrible. ¡Mi padre
consigue una cita y yo no!
Nicola entró en la habitación de Angélica intentando no hacer
ruido. Le parecía que seguía oliendo a polvos de talco, aunque hacía años que
no los usaba. Después de dejar los juguetes sobre la cómoda, se inclinó para
darle un beso a su hija pequeña.
·
Ya te dije que no era una cita. Angie
y yo solo hemos ido a cenar.
Ariana hizo una mueca.
·
Vale. ¿Y qué tal...esa cena que no
ha sido una cita?
·
Pues...
Empezó a decir Nicola, cortado
·
Bien. El lenguado estaba riquísimo.
·
No hablo de la comida, papá. Eres
un hortera, ¿sabes?
Nicola se rio mientras la acompañaba a su cuarto.
·
Ya sabes que siempre lo he sido.
·
Cuéntame los detalles interesantes.
Te juro que cuando tenga mi primera cita, te lo contaré todo.
·
¿Y ese interés por salir con
alguien? Pensé que habíamos llegado a un acuerdo. Nada de chicos hasta que
cumplas los dieciséis.
·
Yo no he llegado a ningún acuerdo,
papá. Además...
Dijo Ariana entonces, sentándose frente al ordenador
·
Nunca voy a tener una cita. Nadie
querrá salir conmigo. Ni a los dieciséis ni a los treinta.
·
Eso no es verdad, Ariana. Eres
divertida, inteligente y...haces una tortilla para chuparse los dedos.
Su hija lo miró por encima del hombro con cara de enfado.
·
Papá, los chicos no quieren salir
con las chicas para que les hagan el desayuno.
·
Eso espero.
Ariana levantó los ojos al cielo.
·
Ya sabes a qué me refiero. ¿Vas a
contarme qué tal tu cita con la tía Angie o no? ¿Vas a decirme si le has dado un
beso?
Nicola se dio la vuelta. De repente, le apretaba la corbata. La
idea de besar a Angie... lo ponía muy nervioso.
·
No te quedes levantada hasta muy
tarde.
·
Vale.
·
Buenas noches, Ariana.
·
Buenas noches, papá.
Después de cerrar la puerta, Nicola se apoyó en ella un momento.
¿Besar a Angie? ¿Su hija había perdido la cabeza? ¿Por qué iba a besar a Angie?
Solo habían salido a cenar. Y solo para satisfacer una absurda promesa. Por
supuesto que no había besado a Angie. Habría sido completamente inapropiado. Entonces,
¿por qué deseaba hacerlo?...Al día siguiente, Angie iba hacia la casa de Nicola
sintiéndose como una quinceañera. Se decía a sí misma que no estaba usando la
revista musical de Ariana para verlo aquella tarde.
Además de comprar la revista, había comprado El crisol, la
obra de teatro de Arthur Miller...para mostrar su dedicación a los estudios de
la niña. Angie sonrió. ¿A quién quería engañar? Ariana había dicho que no le
corría ninguna prisa. La única razón por la que iba a su casa aquella tarde era
para ver a Nicola. Después de su cita, no podía esperar hasta el domingo para
verlo otra vez. Porque había sido una cita. Se decía a sí misma que no lo era,
pero lo era. Charlaron y rieron como lo hacen un hombre y una mujer. No era su
imaginación.
Algo había cambiado entre ellos y le gustaba. No ocurrió nada, ni
siquiera se dieron un beso, pero había química entre los dos. Química...algo
que solo existía en las novelas o en las viejas películas en blanco y negro. Angie
conocía a Nicola desde la universidad y ella misma le presentó a Ally. Fue
testigo en la boda y había estado a su lado hasta el último instante. Llevaban
años juntos, pero nunca había pensado en él como pensaba en aquel momento. La
verdad era que se sentía atraída por Nicola. Muy atraída. Y, por su forma de
actuar, también Nicola se sentía atraído por ella. Era raro. No desagradable,
todo lo contrario. Diferente.
Además, su esposa había muerto hacía dos años y Nicola tenía
derecho a rehacer su vida. Ally hubiera deseado que fuera feliz. ¿Pero habría
querido que fuera feliz con ella?...Entonces vio a Nicola en el jardín
delantero de la casa, limpiando hojas con el rastrillo. Estaba de espaldas, con
vaqueros y una camiseta vieja. El viento lo había despeinado un poco. Y estaba
guapísimo. Angie estuvo tentada de pasar de largo. ¿Qué pensaría? ¿Creería que
estaba loca por él?...Pero en lugar de pasar de largo, aparcó frente a la casa
intentando controlar los latidos de su corazón. ¿Qué le pasaba? Había estado
allí un millón de veces. Solo era Nicola, por Dios bendito. Su amigo Nicola.
·
Hola
La saludó él, abriendo la puerta.
·
Hola
Murmuró Angie, sujetando la bolsa de la librería como si fuera un
escudo.
·
¿Qué haces aquí?
Estaba sonriendo. Una sonrisa dulce, encantadora.
·
Yo...le traigo a Ariana unas cosas
de la librería.
·
No tenías que hacerlo
Dijo Nicola, apoyándose en el rastrillo como si no tuviera una
sola preocupación en el mundo. Y la miraba de tal forma que Angie deseó no
llevar unos vaqueros viejos. Y haberse pintado los labios.
·
Como tiene que terminar un trabajo
de literatura...
El cerró la puerta del coche. Siempre había sido un caballero,
pero en aquel momento el gesto le parecía diferente, más personal.
·
Ya, claro.
·
¿Está Ariana en casa?
·
Debe estar en alguna parte. Se
supone que debían estar todas ayudándome a quitar hojas, pero me han
abandonado, como siempre. Ariana está hablando por teléfono, Andrea en el baño
y creo que Angélica tenía que practicarle una operación urgente a un tigre con
la cola rota.
Angie sonrió.
·
No les gusta limpiar hojas, ¿eh?
·
No. ¿Dónde está Amy?
·
En la bolera, con los amigos de la
parroquia. Tengo que ir a buscarla dentro de media hora.
·
Ah, es verdad. Es sábado...
Murmuró Nicola, en el porche
·
Oye, ¿tienes planes para cenar? Vamos
a comer hamburguesas y...
Empezó a decir entonces, mirando el mango del rastrillo. Eran solo
hamburguesas, pero Angie habría aceptado cenar con Nicola aunque le ofreciera lagarto.
Amy y ella habían cenado en su casa muchas veces, pero en aquel momento todo era
diferente. Muy diferente.
·
Estupendo. Tengo que ir a buscar a
Amy, pero podemos volver más tarde. ¿Quieres que traiga una ensalada o algo?
·
Una ensalada estaría bien -sonrió
él.
Entonces se miraron el uno al otro y Angie nerviosa le mostró la
bolsa de la librería.
·
Voy a darle esto a Ariana. ¿Te
importa si me llevo a Angélica?
·
No, claro que no. Nos vemos dentro
de un rato.
Angie entró en la casa y se detuvo un momento en la escalera para
respirar hondo. Se sentía como una idiota…Como una cría enamorada por primera
vez... ¿Enamorada? Si ENAMORADA porque eso es lo que
sentía AMOR pero no sabía si eso mismo sentía Nicola, solo sabía que
ella tenía que tener cuidado ya que no quería hacerse falsa ilusiones. Aunque
habían terminado de cenar una hora antes, seguía oliendo a hamburguesas por
todas partes. Angie estaba sentada en el balancín al lado de Nicola, el porche
apenas iluminado por el farolillo que había sobre la puerta. A través de la
ventana oían a las niñas jugando al asesino. Y, a juzgar por las risas, lo
estaban pasando bomba.
·
La señorita Scarlett lo hizo en la
biblioteca...
·
Angélica, tienes que esperar tu
turno
La interrumpió Ariana
·
Además, no puede ser la señorita
Scarlett porque ya está muerta.
·
Hace una noche preciosa -murmuró Nicola.
No estaban tocándose, pero Angie podía sentir el calor del cuerpo
del hombre cerca del suyo. Y podía oler su colonia. Se había duchado mientras
ella iba a buscar a Amy. Y le encantaba su olor.
·
Gracias por invitarnos a cenar
-murmuró, nerviosa.
Era raro que su relación hubiera cambiado tanto en tan poco
tiempo. Estaba pendiente de cada uno de sus movimientos, de sus palabras...
·
Ya sabes que a las niñas les
encanta tenerte en casa -dijo Nicola.
Después, abrió la boca como para decir algo más, pero pareció
pensárselo mejor. Al otro lado de la calle, un vecino los saludó con la mano y
ellos le devolvieron el saludo.
·
Parece que Ariana lleva bien el
trabajo de literatura
Dijo Angie, por hablar de algo.
·
¿Sabes lo que me dijo ayer? Que
estaba haciendo los deberes porque no tenía otra cosa que hacer en la vida.
·
¿Y qué quería decir con eso?
·
Chicos
Contestó Nicola, levantando los ojos al cielo
·
Quiere salir con chicos.
·
Pensé que había una moratoria...hasta
los dieciséis años.
·
El caso es que los cumple dentro de
unos meses
Sonrió él.
·
Pero Ariana está convencida de que
nadie querrá salir con ella jamás.
Angie sonrió.
·
Recuerdo bien esos miedos. El
instituto era horrible.
Nicola levantó un brazo y lo puso en el respaldo del balancín. No
estaba suficientemente cerca como para tocarla, pero podía rozar la manga de su
camiseta.
·
Le pedí que no saliera con nadie
hasta los dieciséis años, pero es de lo único que habla. De chicos...y de que
ella no les gusta.
·
Todas las chicas de su edad piensan
lo mismo. No te preocupes.
·
Pues estoy preocupado.
·
Ariana es una chica muy lista
Sonrió Angie, dándole un golpecito en la rodilla
·
Y dentro de poco habrá más chicos
llamando a su puerta de los que se pueda imaginar. De los que tú te puedas
imaginar.
·
Eso me temo
Suspiró él
·
Solo quiero que sea feliz. Que se
guste a sí misma.
·
Dale un poco de tiempo. Ariana
tiene la cabeza sobre los hombros. Mucho más que yo a su edad.
·
Gracias
Murmuró Nicola, tocando su hombro
·
No sé qué habría hecho sin ti estos
dos años.
Angie no sabía qué decir, de modo que no dijo nada. Sencillamente
le dio otro empujoncito al balancín y disfrutó del calor de aquella mano sobre
su hombro.
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