viernes, 29 de abril de 2016

CAPITULO 3

·         Papá tiene una cita
Cantaba Andrea, que estaba sentada en un taburete
·         Papá tiene una cita. Papá tiene una cita.
·         No tengo una cita -protestó Nicola, sacando una bandeja del horno.
No era un gran cocinero, pero hacía un pollo al horno para chuparse los dedos. Aunque fuera una inmodestia.
·         Papá tiene una cita
Repitió Angélica, que estaba entablillándole la pata a un tigre de peluche
·         ¿Qué es una cita, Andrea?
·         No tengo una cita -repitió Nicola.
·         Una cita es cuando un hombre lleva a una chica a cenar y al cine. Papá va a salir con la tía Angie.
·         Voy a cenar con la tía Angie para poder hablar tranquilamente
Replicó Nicola, quitándose las manoplas. Había quedado con Angie en el restaurante y si no se daba prisa, llegaría tarde.
·         Papá tiene una cita con la tía Angie
Cantó Angélica, sin dejar de entablillarle la pata al pobre tigre
·         Papá tiene una cita con la tía Angie.
·         Callaos las dos
Dijo Ariana, entrando en la cocina
·         Lo estáis poniendo nervioso. Esta es su primera cita.
·         ¿Es que nadie me escucha? Esto no es una cita
Volvió a protestar Nicola, quitándose el mandil. Solo tenía que ponerse la chaqueta y podría marcharse de aquella casa de locos. Había pensado cambiarse de ropa cuando volvió del colegio, quizá ponerse un polo y pantalones de sport. Pero entonces quedaría claro que se había cambiado porque era una cita. Y no quería que Angie entendiera mal el asunto de la cena. No era una cita. Solo era...solo...solo estaba haciendo honor a la promesa que le hizo a su esposa. Nada más.
·         Ya, ya -rio Ariana.
Nicola hizo una mueca de desesperación.
·         Deberes, ducha, pijamas... -empezó a recitar.
·         Lo sé, papá
Suspiró Ariana, que iba a quedarse cuidando de las pequeñas.
·         Esta noche no tenemos deberes
Protestó Andrea
·         Es viernes.
·         Vale. Pero solo una hora de televisión
Insistió Nicola, mirando a su hija mayor
·         Digan lo que digan, a las diez en la cama todo el mundo. No dejes que te hagan chantaje. Conozco muy bien a estas dos enanas.
·         Adiós, papá -sonrió Andrea.
Nicola le dio un beso a cada una.
·         Adiós, cielos. Sed buenas con Ariana o tendré que ataros por las coletas cuando vuelva a casa.
·         Adiós, papi
Se despidió Angélica
·         Espero que lo pases bien con la tía Angie. No la beses mucho.
Ariana y Andrea soltaron una carcajada. Nicola miró a su hija, perplejo… ¿De dónde había salido eso?...Pero sería mejor no preguntar. Porque la respuesta lo haría llegar tarde. Y estaba nervioso. Lo de la cena no había sido buena idea…No debería salir con nadie, debería quedarse en casa con sus hijas. Pero era demasiado tarde.
Cenaría con Angie, intentaría charlar sobre cualquier cosa y volvería a casa lo antes posible.
·         Nos vemos luego, niñas. Cierra con cerrojo, Ariana. Y si necesitas algo, llámame al móvil.
·         Que lo pases bien, papá. No bebas mucho alcohol y no tomes drogas. Y llámame si pasa algo
Río Ariana, repitiendo lo que él solía decirle cada vez que salía con sus amigas.
·         Te quiero mucho, papi.
·         Yo también.
Antes de arrancar el coche, Nicola sacó un pañuelo para secarse el sudor de la frente. Y mientras lo hacía se miró en el espejo retrovisor… ¿Qué le estaba pasando? ¿Por qué estaba tan nervioso? No solo eso, parecía petrificado. Pero solo era una cena con una amiga. Con Angie Arizaga. Angie, que era su amiga desde hacía casi veinte años. Angie, que había estado en su boda. Angie, que no se separó de su lado cuando Ally se puso enferma...Pero estaba nervioso porque no era solo una cena y lo sabía. Era una cita y él no había tenido una cita en veinte años. Y estaba muerto de miedo.
Angie aparcó el coche y esperó a Nicola en la puerta del restaurante francés. Durante el verano era uno de los sitios más populares de la ciudad y siempre resultaba difícil encontrar mesa. Afortunadamente, la temporada alta estaba terminando. Entonces vio la furgoneta de Nicola y lo saludó con la mano. Las ocho menos dos minutos. Ella no solía ser puntual, pero Nicola jamás llegaba tarde. Mientras esperaba que comprobase si todas las puertas estaban cerradas, como solía hacer, Angie sentía mariposas en el estómago. Estaba nerviosa.
¿Por qué una cena con Nicola la ponía tan nerviosa? No lo entendía. Nicola y ella habían cenado juntos cientos de veces. Antes de casarse con Ally, durante su matrimonio y después. Pero aquella cena era diferente y no solo porque hubieran quedado en un restaurante. A solas. En lugar de cenar en su casa. Era algo más. Algo que no podría definir. Nicola se portaba de forma extraña desde el día de su aniversario. Y estaba segura de que tenía algo que ver con ella.
·         Hola
La saludó, tan guapo como siempre con su traje gris.
·         Hola -sonrió Angie.
Se había puesto un precioso vestido azul cobalto con chaqueta a juego. Después de cambiarse pensó que quizá era un error. ¿Pensaría Nicola que aquello era una cita? Las mujeres solo se cambian de ropa para una cita. No se cambian para «cenar con un amigo de toda la vida». Peros al final, se dejó el vestido.
·         ¿Cómo estás?
Preguntó Nicola, inclinándose para darle el proverbial beso en la mejilla. Llevaban años besándose, pero aquel día era diferente. Y Angie se puso como un tomate. Llevaba colonia. Nicola no solía ponerse colonia más que por las mañanas, después de ducharse. ¿Lo habría hecho para ella?
·         ¿Has reservado mesa? -preguntó Angie, nerviosa.
·         Sí, en la terraza.
Por supuesto. Nicola Porcella jamás olvidaría reservar mesa. Ella sí. Y llegaría diez minutos tarde porque se le había olvidado el bolso. Pero Nicola no. Siempre había admirado lo organizado que era. Solía decirle a Ally que no podría vivir con un hombre así, pero en realidad lo admiraba profundamente. El camarero los llevó hasta la terraza, acristalada como su porche. Sobre la mesa, dos rosas y una vela encendida. Muy romántico. Demasiado. Durante unos minutos estuvieron mirando la carta, en silencio y por fin, Nicola carraspeó:
·         Bueno, aquí estamos.
·         Aquí estamos...
Repitió ella, sin saber qué decir
·         Esto es un poco raro, ¿no?
Nicola se puso colorado.
·         Podríamos haber ido a otro sitio.
Angie soltó una carcajada. ¿Nicola nervioso? Eso despertaba su curiosidad. Nunca lo había visto nervioso. ¿Qué estaba pasando dentro de aquella organizada cabeza suya? ¿Por qué la había invitado a cenar? Hubiera querido preguntárselo, pero pensó que no sería buena idea. A Nicola, como a la mayoría de los hombres, no se le daba bien expresar sus sentimientos. De modo que decidió ser paciente, esperar que él diera el primer paso.
·         ¿Las niñas se han enfadado por dejarlas solas?
·         No, qué va. He hecho pollo al horno y están dispuestas a quedarse delante de la tele hasta que vean los faros del coche por la ventana, encantadas de la vida.
·         A mí también me gusta tu pollo al horno. Y las pobres apenas ven la tele, no me extraña que estén contentas.
·         ¿Les apetece un cóctel? -preguntó el camarero.
Angie miró la carta, pensativa.
·         Pide lo que quieras -dijo Nicola.
·         ¿No me digas? Tengo más de veintiún años y mis arrugas lo prueban, querido. Siempre pido lo que quiero. La pregunta es, ¿qué quieres, tú?
·         -No lo sé -contestó él, poniéndose colorado de nuevo.
·         ¿Una cerveza? ¿Vino?
·         ¿Te apetece tomar vino?
·         Me apetece mucho.
·         ¿Qué tal el tinto de la casa? Es muy recomendable -sonrió el camarero.
·         El tinto de la casa entonces.
·         ¿Una botella o una copa?
·         Una copa
Contestó Angie
·         Es nuestra primera cita y no quiero hacer el ridículo -añadió, de broma.
El camarero se alejó, sonriendo. Pero Nicola estaba como un tomate.
·         Perdona, era una broma. Lo de la cita, digo.
·         No pasa nada -murmuró él.
Pero, por su expresión, sí pasaba algo
·         Me gustan tus bromas, Angie.
La estaba mirando fijamente y ella sintió como un calorcito por dentro. ¿Nicola siempre había sido tan atractivo?
·         ¿A qué bromas te refieres?
·         ¿Te acuerdas cuando te presentaste como mi segunda esposa en una fiesta?
Le preguntó él entonces
·         Después de presentar a Ally como mi primera esposa.
Angie soltó una carcajada.
·         Es verdad, no me acordaba. Al menos, no dije que era tu novia y la madre de tus hijas.
Nicola río entonces. Parecía un poco menos nervioso, más relajado.
·         Sí, menos mal.
·         ¿Qué tal el día? -preguntó ella, tomando de nuevo la carta.
Sabía que aquello no era una cita, pero lo parecía. Había pasado demasiado tiempo desde la última vez que estuvo con un hombre y le gustaba...demasiado.
·         Como siempre. Trabajo, llamadas...Hoy he tenido que darle otra charla a Arnold Smack.
Angie sonrió. Otro director habría expulsado del colegio a Arnold mucho tiempo atrás. Pero Nicola no. Él siempre le daba a la gente otra oportunidad.
·         Ese Arnold es un conflicto andante.
·         Desde luego. ¿Qué tal tú?
·         ¿Yo? Ya sabes, como siempre. Hemos jugado al fútbol con una berenjena y nos hemos puesto orejas de elefante
Contestó ella, moviendo las manos como si fueran dos enormes orejas.
·         Ya veo -sonrió Nicola.
Y esa sonrisa la hizo sentir rara. Pero de una forma agradable.
·         ¿Por qué me miras así?
·         Por nada. Me encanta que te guste tu trabajo. Eres muy buena con los niños.
Angie no sabía qué decir. Sabía que era una buena profesora, pero que Nicola se lo dijera era importante para ella.
·         ¿Qué vamos a tomar? -preguntó, concentrándose en la carta.
No sabía qué estaba pasando, pero le gustaba cenar a solas con él. Le gustaba cómo la miraba y cómo la hacía sentir.
·         ¿Qué tal las vieiras?
·         Ah, qué ricas. Con salsa de vino blanco y ajo están deliciosas... Pero también el lenguado en salsa de champán.
·         Decídete -sonrió Nicola.
La siguiente hora y media pasó como un soplo y antes de que se diera cuenta, él la estaba acompañando al coche. Angie había insistido en que podía ir sólita, que el coche estaba aparcado bajo una farola...pero Nicola insistió en acompañarla. La cena fue más que agradable. Angie quería mucho a su hermana, pero necesitaba hablar con una persona adulta de vez en cuando. Ally había sido su mejor amiga y después de su muerte echaba de menos poder contarle sus cosas a alguien. Aquella noche, Nicola había llenado ese vacío.
·         Gracias por la cena.
·         De nada.
·         ¿Nicola?
·         ¿Sí?
·         ¿Había alguna razón...? ¿Me has invitado a cenar para contarme algo?
Por un momento, él pareció sorprendido. Más que eso, agitado.
·         No, nada en particular. Solo...
¿No quería hablar de nada en particular? ¿Solo cenar con ella? ¿Eso significaba que había sido una cita?...Angie no sabía qué pensar. En parte la sorprendía y en parte la asustaba. Y en parte se sentía emocionada. Nunca se le había ocurrido pensar que Nicola pudiera estar interesado en ella...de esa forma. Ally había muerto dos años antes y no la sorprendía que Nicola quisiera salir con otras mujeres. Pero jamás se le ocurrió pensar que quisiera salir con ella.
·         Solo quería... salir un rato de casa. Hablar con otro adulto sin que alguien derrame el vaso de leche sobre la mesa. Nada más.
Angie estaba tan sorprendida por la revelación de que aquello había sido de hecho prácticamente una cita que no supo qué decir.
·         Muy bien
Murmuró, entrando en el coche
·         Dale un beso a las niñas de mi parte.
·         Lo haré. Buenas noches.

Cuando miró por el espejo retrovisor, él seguía allí, bajo la farola, mirándola. Era raro. Muy raro. Pero le gustaba.

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