Nicola llegó a su casa en menos de diez minutos, con un chándal
viejo de color azul y zapatillas de deporte. Iba sin afeitar y no se había
peinado. Era la primera vez que
Angie lo veía así. Pero había acudido en su ayuda sin dudarlo un
momento, sin poner una sola pega. Era tan natural llamarlo a él...como si estuviera
en el piso de arriba.
·
¿Has ido a casa de la señora
Cannon?
·
Sí, pero no está allí.
·
¿Dónde puede haber ido?
·
No lo sé
Contestó Angie, intentando calmarse. Tener a Nicola a su lado le
daba tranquilidad. Lo necesitaba no solo para lo bueno, sino para los momentos
malos de la vida.
·
¿Has llamado a la residencia Logan?
·
He llamado hace un rato y la
directora me ha dicho que hablaría con Jeffrey para ver si sabe algo.
·
Piensa, Angie. ¿Dónde puede estar?
Insistió Nicola, llevándola al sofá.
·
No tengo ni idea.
·
Voy a llamar al colegio. Quizá ha
ido allí, pensando que era un día de diario. O a la bolera...
·
¿Un domingo por la mañana?
·
O quizá ha ido a la iglesia,
confundida. ¿Tiene alguna amiga?
·
No. Bueno...Allison Lutty. Su madre
le hace tostadas con mantequilla, que le gustan mucho.
·
¿Tienes el número de teléfono?
·
Nicola... ¿y si se ha perdido? ¿Y
si le ha pasado algo?
·
No le ha pasado nada, ya lo verás.
El teléfono empezó a sonar en ese momento y Angie prácticamente
saltó del sofá.
·
¿Dígame?
·
¿Señorita Arizaga?
·
Sí, soy yo.
·
Soy la señora Madison, de la
residencia Logan.
·
¿Está mi hermana ahí?
·
Parece que sí. Estaba sentada en un
banco, en la entrada. Jeffrey no sabía que tenía visita pero, por lo visto,
habían hablado de desayunar juntos en alguna ocasión.
·
¿Está bien?
Preguntó Angie, nerviosa.
·
Perfectamente.
·
Amy está bien
Repitió ella, poniéndose una mano en el corazón
·
Voy para allá ahora mismo.
·
No se preocupe. Ahora mismo está
desayunando con los demás y nosotros estaremos pendientes de ella.
·
Muchísimas gracias por llamar.
·
¿Qué ha pasado?
Preguntó Nicola.
·
Jeffrey le había dicho que podían
desayunar juntos y Amy ha decidido que fuera hoy mismo
Suspiró Angie.
·
Venga, vístete.
·
Estoy horrible, ¿verdad?
·
¿Horrible? Yo te encuentro
guapísima con ese pijama
Sonrió Nicola, dándole una palmadita en el trasero
·
Vístete. Vamos a ver qué nos cuenta
Amy.
La señora Madison los recibió en la puerta de la residencia, una
casa de estilo Victoriano parecida a la de Nicola.
·
Gracias por llamar
Sonrió Angie
·
Amy nunca había hecho esto antes.
No sé qué le pasa últimamente.
·
Es una chica estupenda. Llena de
vida
Sonrió la directora
·
Y muy independiente. La ha educado
muy bien, señorita Arizaga.
·
Muchas gracias.
La mujer dudó entonces, como si no se atreviera a decir algo.
·
No quiero ser una entrometida, pero
Amy ha expresado su deseo de vivir aquí.
Angie miró a Nicola, que inmediatamente tomó su mano para darle
apoyo. Como si siguieran siendo novios.
·
Mire, yo...
·
No tenemos por qué hablar del
asunto ahora mismo. Pero quizá debería considerarlo.
·
Amy no es ningún problema para mí
Dijo Angie.
·
Claro que no. Pero quizá Amy no
quiere seguir viviendo con usted, señorita Arizaga.
·
¿Cómo?
·
Quizá quiere vivir su propia vida.
¿No lo ha pensado?
Angie miró a la directora de la residencia, perpleja. ¿Cómo se
atrevía a meterse en su vida de esa forma?
·
Amy vive conmigo desde que nació. Y
vivimos solas desde que murieron mis padres.
·
Lo sé. Y sé que usted la quiere
mucho. ¿Por qué no deja que le enseñe la residencia, señorita Arizaga? Es un
sitio maravilloso para gente como Amy, un sitio en el que pueden sentirse
independientes y adultos.
·
Puede que sea una buena idea
Intervino Nicola entonces
·
Si nos muestra el programa de
actividades...
·
¿Puedo ver a mi hermana?
Lo interrumpió Angie.
·
Claro que sí. Pasen, por favor.
La señora Madison los llevó hasta el comedor, donde Amy estaba
desayunando rodeada de un montón de chicos y chicas. Jeffrey estaba a su lado,
por supuesto.
·
Hola, Angie. Hola, Nicola
Los saludó su hermana con una sonrisa
·
¿Queréis tortitas?
Parecía más feliz de lo que Angie la había visto en mucho tiempo…Angie
estaba de rodillas en el jardín, plantando unas gardenias. La jardinería siempre
la tranquilizaba. Sobre todo cuando tenía un problema importante. El día de
Acción de Gracias había transcurrido felizmente. Cenaron con Nicola, las niñas
y lo pasaron muy bien. Él había sido maravilloso durante toda la semana. Y muy
comprensivo. La cena del día de Acción de Gracias fue una cena de amigos, nada
de besos, nada de caricias...pero Angie lo echaba de menos cada día.
Cuando Amy desapareció, solo se le ocurrió llamar a Nicola. Y
sabía cuál era la razón. Lo había llamado porque era su pareja, porque lo
sentía así. Aunque durante un tiempo estuvieran separados y él estuviera siendo
muy paciente con ella. Se apoyaban mutuamente, estaban hechos el uno para el
otro. Le hubiera gustado que Nicola le contase antes lo de la cinta, pero
siempre supo que la quería. Había reaccionado de esa forma para ocultar sus
propias inseguridades, sus propios miedos. Tenía miedo de casarse con Nicola y
vivir feliz para siempre.
Y ver a Amy tan contenta en la residencia Logan había sido otra
sorpresa, otro bocado de realidad. Amy ya no dependía de ella. Y su obsesión
por cuidarla, por hacer honor a la promesa que le hizo a su madre se había
mezclado con sus sentimientos por Nicola. Y seguramente también con sus
sentimientos por Paul. Aquella mañana, Angie había hablado largo rato con su
hermana. Amy realmente quería vivir en la residencia Logan. No solo por
Jeffrey, sino por sí misma. Porque quería ser independiente.
¿Cómo podía negarle esa oportunidad?...Si no le gustaba, siempre
podría volver con ella. De modo que Angie se rindió. Le había prometido que irían
aquella misma semana para hablar con la señora Madison. Y tenía que decírselo a
Nicola. Era la primera persona que debía saberlo. Angie se limpió las manos de
tierra y marcó su número en el teléfono inalámbrico, pero tenía encendido el
contestador. Seguramente estaría haciendo la cena y ocupándose de que sus hijas
hicieran los deberes.
·
Hola, Nicola
Dijo en voz baja
·
Solo quería...decirte que te echo
de menos. Hablaremos mañana. Adiós.
Después de colgar, entró en la cocina para hacer la cena. Al día
siguiente hablaría con él. Al día siguiente intentaría arreglar las cosas.
·
No, Tiffany, lo siento. No puedes traer
tu poni
Estaba diciendo Angie a una de sus alumnas
·
No hay sitio para un caballo en
esta clase...Jerome, no te comas las judías. Estamos haciendo collares.
Cuando Nicola leyera los anuncios por el altavoz, empezarían la
clase. Había esperado hablar con él por la mañana, pero no fue posible. Y tenía
que decirle que había tomado una decisión, que quería casarse como habían
planeado.
·
Buenos días, niños
Oyeron la voz de Nicola por el altavoz
·
Antes de que empiece a leer las
noticias del día, quiero hacer un anuncio especial.
Angie se sentó, sorprendida. Era raro. Nicola siempre anunciaba
las actividades y después leía una cita. Siempre exactamente igual.
·
En realidad, es una pregunta. No es
para vosotros, niños, sino para una profesora. Señorita Arizaga, ¿quiere
casarse conmigo?
Los niños empezaron a gritar y Angie se llevó la mano a la boca.
No podía ser. Nicola no podía haber dicho aquello por el altavoz. Pero los
niños estaban gritando y Martha, su ayudante, tenía que disimular una risita
mirando por la ventana.
·
Un «sí, quiero» ahora mismo no
estaría mal
Seguía diciendo Nicola. Angie se levantó, con las piernas
temblorosas. ¿Debía ir andando a su despacho...o corriendo? Estaba hasta
mareada por la sorpresa. No podía creer que Nicola Porcella hubiera hecho una
cosa así. Entonces pulsó el botón del intercomunicador que la conectaba no solo
con el despacho de Nicola, sino con todas las aulas.
·
Sí, señor Porcella. Me casaré con
usted
Anunció…Los niños empezaron a saltar sobre las sillas, muertos de
risa. Aquello era como una película y estaban disfrutando como locos,
·
¡Esto es genial!
Exclamó Martha.
·
Enseguida vuelvo.
Angie salió corriendo por el pasillo y al doblar una esquina...se
encontró con Nicola, que se dirigía hacia ella. Un segundo después, estaban
fundidos en un abrazo.
·
Angie...
·
Lo siento mucho. He sido una tonta.
Él la tomó de la mano para entrar en el servicio de señoras.
·
¡Nicola Porcella! Primero me pides
que me case contigo por el altavoz y ahora...
·
Para que no te atrevieras a decir
que no.
·
Y ahora me escondes en el
servicio...
Rio Angie
·
El Nicola Porcella que yo conozco nunca
haría nada parecido.
·
Te he traído aquí para poder
besarte.
Sus bocas se encontraron, ansiosas. Había pasado demasiado tiempo.
·
Te quiero, Nicola.
·
Y yo a ti, Angie. Cásate conmigo y
juro que te haré feliz.
Claro que se casaría con él. Angie tiró de su corbata para
acercarlo más.
·
Sí, quiero.
·
Cásate conmigo...
·
Ya he dicho que sí, tonto.
·
Te prometo que nuestra vida nunca
será predecible. Incluso dejaré la ropa sucia en el suelo si eso te hace feliz.
Angie lo besó entonces, con todo su corazón.
·
Trato hecho.
Unos minutos después salían del servicio de señoras. Angie, con la
coleta deshecha y él con la corbata torcida. Para su sorpresa, el pasillo
estaba lleno de profesores y niños, todos aplaudiendo. Nicola la llevó de la
mano hasta su aula y ella supo entonces sin ninguna duda que había encontrado a
su príncipe.
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