Nicola se miró el reloj y anduvo por el vestíbulo del
ayuntamiento como un gato enjaulado. Levantó la vista y miró a los hombres que
había allí, observándolo.
·
Como digáis una sola palabra, os mato
Gruñó.
·
Vienen de camino
Le dijo Gio Rozario
·
Hay mucho tráfico.
·
Si no estás seguro. Nicola, tal vez deberías
pensártelo mejor.
·
Tal vez seas mi hermano y un buen médico. Francesco,
pero no tienes ni idea de lo que estás diciendo. Así que guárdate tus opiniones
para ti mismo.
Francesco levantó ambas manos y retrocedió. Nicola se dio
la vuelta y siguió andando de un lado a otro. En cierto modo, su hermano tenía
razón, pero no podía leer sus pensamientos ni entender las emociones que
sentía, ni la urgencia con la que necesitaba que Angie se casase con él. Había
esperado durante seis largos años a que llegase ese momento, a que aquella
mujer se convirtiese en su esposa.
·
El coche acaba de llegar
Le informó Gio en voz baja. Él se giró y fue hacia la
puerta, justo a tiempo para ver a su chófer ayudando a Angélica a salir del
coche. Se le encogió el corazón al ver a su preciosa hija, que parecía una princesa
con aquel vestido rosa. Eso había sido gracias a Angie, que había querido hacer
el sueño de la niña realidad, a pesar de no querer dicho sueño para ella. Después
salió su hijo, con vaqueros, zapatillas y una camisa de cuadros azules y rojos.
La madre de su hijo no había cometido el error de ofender la dignidad del niño disfrazándolo
con ropa de boda. El corazón se le encogió todavía más y todavía más al ver un
par de bonitas piernas aparecer por la puerta del coche, seguidas del resto de
aquella bella criatura que iba a convertirse, a su pesar, en su esposa.
Iba vestida con una vaporosa falda blanca y una chaqueta de
encaje que se ceñía a su delgada cintura. Calzaba unos zapatos de tacón blancos
y se había adornado el pelo con una sola rosa de color rosa. La vio levantar la
vista, quedarse inmóvil, recorrerlo con la mirada con sus intensos ojos y sintió
que su cuerpo entraba en ebullición. Angie se encontró clavada a la acera con
una sensación general de calor. Desde allí abajo observó a Nicola, que estaba
en lo alto de las escaleras y parecía todavía más alto de lo que era y diez
veces más atractivo de lo que ella quería pensar que era. Iba con un bonito
traje negro y elegante y una camisa blanca que brillaba bajo el sol. Tenía los
labios apretados con arrogancia y firmeza, pero seguían siendo unos labios
sensuales.
Tuvo que bajar la vista para poder empezar a moverse. De
pronto, sus zapatos de tacón le parecieron demasiado frágiles para soportar la
pesadez que sentía en las piernas. Los gemelos ya iban corriendo escaleras
arriba, hacia él dando gritos, esperando y recibiendo la cariñosa acogida que
ya se habían acostumbrado a obtener de su padre. Angie los siguió despacio,
consciente de que no debía estar haciendo aquello, de que no quería hacerlo,
pero sin poder evitar seguir avanzando, como si Nicola la atrajese. Angélica
estaba dando vueltas para que la viese mejor, Adriano tiraba de una de sus
manos y le decía algo, algo que Nicola no debía de estar oyendo, porque tenía toda
su atención fijada en ella y a ella el corazón le latía muy rápido, sabiendo
que no debía sentir nada por él. Cuando llegó a la parte alta de las escaleras
y se vio obligada a levantar la barbilla para mirarlo, sintió que se ponía a
temblar. Él la miró a los ojos. Le tomó las manos y se las llevó a los labios.
·
Estás increíble
Le dijo, entonces llegó Sheyla corriendo, parecía nerviosa
y le costaba respirar.
·
Siento llegar tarde. Hay un tráfico horrible…
Y la llegada de su amiga salvó a Angie de decirle a Nicola
una estupidez, como «tú también». Nicola hizo el papel de anfitrión y presentó
a todo el mundo. Francesco le dio la mano a Angie con firmeza.
·
Es un placer conocerte oficialmente por fin.
Angie se preguntó si se lo decía con sinceridad. Su
sonrisa, su actitud e incluso su tono de voz eran contenidos. ¿Acaso no tenía
buen concepto de ella? ¿La estaría comparando con la bella Phebe Pyralis?
¿Estaría pensando en la relación que había tenido con Nicola en el pasado
mientras retiraba la mano? Se le secó tanto la garganta que no pudo ni tragar
saliva. Consiguió sonreír a Gio Rosario, pero le dolió la boca al hacerlo.
Entonces apareció la funcionaría del ayuntamiento y les pidió que la siguieran.
Angie pensó que se iba a desmayar. Entonces Nicola pasó un brazo alrededor de
su cintura y la empujó hacia delante. Su sonrisa era tan tensa que era evidente
que sabía que Angie seguía luchando consigo misma acerca de lo que iba a hacer.
·
Mi reacia esposa
Murmuró con ironía cuando su coche los llevaba hacia el aeropuerto.
Habían dejado a Gio y a Sheyla en las escaleras del ayuntamiento, preguntándose
adonde ir a comer. El hermano de Nicola se había disculpado y había
desaparecido justo después de la ceremonia. Angie se preguntó si la palabra
ceremonia definía las frías promesas que se habían hecho en treinta breves
minutos que habían hecho que pasase de ser la simple Angie Arizaga Ruiz, a ser
la elegante señora de Nicola Porcella.
·
Cuando se te quebró la voz en mitad de tu declaración,
pensé que alguien iba a irrumpir en la sala para anunciar que no podías casarte
conmigo
Bromeó Nicola, Angélica había acudido en su ayuda, le había
tirado de la falda y le había dicho que no había terminado la frase.
·
Mira cómo brilla tu anillo, mamá
Comentó Angélica, recordándole que los gemelos los
acompañaban. Eran perfectos para evitar cualquier conversación adulta, pensó Angie
sonriéndoles. Bajó la mirada a su anillo de compromiso, que estaba al lado de
la alianza. Cuando había ido a ponerle la suya a Nicola, le habían temblado
tanto las manos que a punto estuvo de caérsele al suelo. Nicola alargó la mano
y les acarició la cabeza a los gemelos. No dijo nada. Angie levantó la vista y
él siguió sin hablar, pero el brillo de sus ojos oscuros le hizo sentir calor
por todo el cuerpo. Se habían convertido en marido y mujer, para bien o para
mal, ya estaba hecho y el motivo estaba entre ellos, un niño y una niña con
cara de alegría.
«¡Admítelo. Angie!», se dijo a sí misma con impaciencia.
«Al fin y al cabo, por mucho que hayas intentando luchar contra ello, estás
exactamente donde querías estar». El sol estaba empezando a ponerse cuando sobrevolaron
una casa con jardín que hizo que a Angie se le cortase la respiración. Para
llegar hasta allí habían utilizado el jet privado de Nicola, que los habían llevado
hasta el aeropuerto de Vespucci, en Florencia. Después se habían subido a uno
de sus helicópteros para viajar sesenta kilómetros más al sur y llegar a la
casa de campo de los Porcella. Los gemelos estaban cansados después de tantas
horas de viaje y no pareció impresionarles la primera vista de su nueva casa. Por
su parte. Angie estaba empezando a darse cuenta del tipo de hombre con el que
se había casado.
·
Bienvenidos a Villa Porcella
Murmuró Nicola cuando hubieron aterrizado
·
¿Qué te parece?
Le preguntó después a Angie con curiosidad.
·
Es…grande
Fue lo único que pudo decir.
·
No es un castillo
Comentó Angélica decepcionada.
·
Parece que hoy no consigo complaceros
Suspiró Nicola.
·
He visto una piscina enorme
Dijo Adriano
·
¿Podemos bañarnos ahora?
·
Bueno, tal vez pueda complacer a mi hijo
Añadió Nicola, abrió la puerta, bajó y ayudó a descender a
los gemelos, que echaron a correr como si les acabasen de abrir la puerta de
una jaula. Angie sintió pánico al ver que se alejaban.
·
¡Nicola, ve a por ellos!
Gritó alarmada, intentando salir del helicóptero sin fijarse
en lo alto que era. Nicola se dio la vuelta justo a tiempo para sujetarla con
sus fuertes brazos. Sin pensarlo, Angie puso los brazos alrededor de su cuello
y se aferró a él.
·
Sabía que te arrojarías de nuevo a mis brazos
en cuanto vieses mi casa
Comentó Nicola riendo.
·
Muy gracioso. Déjame bajar.
Él dejó de reír. En vez de bajarla al suelo, la apretó más
contra su cuerpo. Angie supo lo que vendría después y se agarró con fuerza al
cuello de su camisa.
·
Nicola, no.
·
Dio, Nicola, sí
La contradijo él. Atrapando su boca con los labios. La besó
con avidez y Angie sintió que un escalofrío la recorría. Con un gemido sordo,
de deseo, Nicola metió la lengua dentro de su boca, echando abajo todas sus defensas
y haciendo que apoyase la cabeza en su hombro, con el corazón latiéndole a toda
velocidad. Era horrible y maravilloso al mismo tiempo, porque Angie necesitaba
tanto aquel beso que no merecía la pena seguir intentando engañarse. Lo
deseaba. Estaba hambrienta de él, confundida, loca y desinhibida, le devolvió
el beso con toda la pasión que tenía dentro. Cuando Nicola se apartó, ella tenía
los ojos llenos de lágrimas.
·
Tenías que haberme hablado de ella
Le dijo.
·
No pude
Respondió él con voz ronca
·
Ya te había hecho demasiado daño al
abandonarte. No podía volver a hacértelo hablándote de ella.
·
La querías…
·
No
Negó él con firmeza
·
No teníamos ese tipo de relación. Era mi amiga antes
de ser mi prometida. Decidimos casamos porque nuestras familias lo querían, pero…
¡Maldita sea!
Murmuró
·
Era muy buena.
Angie se estremeció y se preguntó qué habría sentido Nicola
por aquella mujer para describirla sólo como buena.
·
La quería, pero no como debía haberla querido.
Ahora lo sé, pero por entonces no lo entendía
Respiró entrecortadamente
·
Ella no necesitaba mi dinero porque tenía el
suyo. No necesitaba que yo la elevase de categoría social porque ya estaba a mi
altura. No esperaba demasiada pasión por mi parte y no le importaba que pasase
más tiempo trabajando que a su lado.
·
Si me vas a confesar que hacíais el amor por obligación,
no quiero oírlo
Le dijo Angie.
·
¡Nunca hicimos el amor!
Exclamó él, dejándola por fin en el suelo y jurando en
italiano. Angie se quedó allí, temblando, mirándolo con incredulidad. Eso no
podía creerlo, conociéndolo como lo conocía.
·
Antes de marcharme a Inglaterra, nunca habíamos
hablado de anular nuestro compromiso
Continuó Nicola
·
pero sí dijimos que emplearíamos ese tiempo que
estuviésemos separados en pensar acerca de ello.
·
Eso me parece una excusa barata.
·
¡Lo sé! ¿Acaso crees que no soy consciente de
ello? Utilicé esa excusa para convencerme a mí mismo cuando llegué a Londres y te
conocí. Por eso me olvidé de ti, para castigarme a mí mismo por haberte deseado
más a ti que a ella.
·
Entiendo que te culpes de su muerte, pero…
·
¿Qué dices? ¡Yo no la maté! Fue ella la que
casi me mato a mí. ¡Ella conducía! ¿No has leído todos los artículos que
Pandora colgó en Facebook?
Angie negó con la cabeza.
·
Temía encontrarme con fotografías
desagradables.
·
Las había
Admitió Nicola
·
Tardaron horas en sacamos del coche. Yo no recuerdo
nada, sólo que Phebe estaba tensa, distraída, contándome algo…
Se llevó un dedo a la frente
·
No recuerdo el qué, pero sí su tensión. Yo
también estaba nervioso porque tenía que hablarle de ti, entonces… Dio
Juró al ver que Angie había empezado a llorar
·
No te pongas a llorar delante de mí, cara
Le advirtió
·
no seré responsable de lo que ocurra después,
ni de dónde ocurra.
Angie controló sus lágrimas. Nicola murmuró algo más en
italiano y luego se acercó para besarla de nuevo.
·
Tú…
·
Cállate
Le ordenó él, besándola para que no hablase
·
¿Es que no te das cuenta de cuándo un hombre
está loco por ti? ¿No te parece suficiente haber hecho que me desmayase a tus
pies?
·
Eso fue porque te sentías culpable…
·
¡Fue al verte! Al ver tus bonitos ojos
fulminándome.
Todavía estaban en la plataforma en la que había aterrizado
el helicóptero. Ninguno de los dos se había dado cuenta de que el piloto se
había marchado, ni de que ya no se oían las voces de los niños, ni de que desde
las ventanas de la casa los estaban observando con interés. Entonces. Angie se
acordó de los gemelos.
·
Nicola, los gemelos han desaparecido.
Él retrocedió.
·
Hay todo un ejército de empleados en la casa,
todos ellos capaces de vigilar a dos niños, para que yo pueda ocuparme de lo
que tengo aquí.
·
¿Y qué tienes?
·
Una esposa. Mi mujer, encadenada en mí en más
de un aspecto
La agarró con más fuerza para que fuese consciente de que, físicamente,
era su prisionera
·
Me quieres. Estás tan loca por mí como yo por
ti. ¿Por qué no cedes y me lo dices para que pueda bajar la guardia y seguir
adelante?
Angie arrugó la nariz sin dejar de mirarlo. Se mordisqueó
el labio inferior. El comportamiento de Nicola era descaradamente arrogante y confiado.
Pero…había algo más en él que la perturbaba en esos momentos.
·
¿Seguir adelante?
Él sonrió.
·
No te preocupes, no vamos a ir a una cama
infantil con una colcha color rosa.
·
¡Te acuerdas de todo!
Exclamó Angie.
·
Humm.
·
¿Por qué no me lo habías dicho antes?
·
Porque tenía que aprovecharme de tu lado más
comprensivo hasta que te tuviese aquí
Le explicó él
·
Tenía que permitir que pensases que me iba a desmayar
cada vez que discutíamos.
·
Eso es…
·
¿Vil, artero, apestoso?
Sugirió Nicola.
·
¿Cuándo lo recordaste todo?
·
En casa de Angus…
Dijo él sin el más ligero rastro de arrepentimiento
·
Luego me pasé tres días encerrado en casa con
mi hermano, durante lo que mi cerebro me bombardeó con las imágenes que había olvidado.
No obstante, no te lo dije para que siguieses centrada en lo importante de
verdad.
·
Es decir, en ti.
·
Y en lo que sentías por mí
Añadió Nicola, los niños se acercaron corriendo, con varios
empleados de la casa persiguiéndolos. De repente, parecían tan llenos de
energía que Nicola suspiró.
·
Supongo que no querrás decirme que me quieres
antes de que terminemos esta conversación…
Murmuró esperanzado…«Antes me lo tendrás que decir tú a
mí», pensó Angie.
·
¡Mamá, tienes que venir a ver lo grande que es
la casa!
Exclamó Adriano.
·
¡Es casi tan grande como un castillo!
Añadió su gemela entusiasmada
·
Y ellos…
Dijo señalando a los empleados
·
no nos dejan meternos en la piscina.
·
Yo creo que no nos han entendido cuando les
hemos dicho que sabemos nadar
Explicó Adriano.
·
Yo creo que sí
Dijo Nicola
·
Ya te castigaré más tarde por tenerme en vilo
Añadió entre dientes dirigiéndose a Angie.
·
Eso suena…interesante
Le respondió ésta. De repente, notó que la levantaba del
suelo.
·
Perdonadnos, pero tenemos una…tradición que
mantener.
Angie se ruborizó, pero él sonrió a los niños.
·
Vuestra madre está…cansada. Voy a llevarla a la
cama. Si de verdad queréis bañaros, utilizad la piscina cubierta climatizada,
pero que os acompañen al menos dos adultos, ¿de acuerdo?
Los gemelos asintieron. Él asintió también, dio instrucciones
a sus empleados y luego se dirigió hacia la casa.
·
¿Hay piscina exterior y piscina cubierta?
Preguntó Angie sorprendida.
·
¿Estás impresionada?
Ella asintió.
·
¿Y esa…tradición de la que has hablado?
Inquirió.
·
Tenemos que negociar unos límites. Buscar un
lecho conyugal y llevo un collar con un diamante, asquerosamente ostentoso,
pero muy sexy en el bolsillo. Además, tengo que hacer cumplir otras tradiciones,
pero ésas requieren ciertas palabras mágicas para…ponerse en marcha.
Angie se abrazó más a su cuello y pasó la lengua por su
labio superior. Él bajó la vista para observar cómo lo hacía, luego volvió a
mirarla a los ojos. Angie pensó que era tan sexy que casi no lo podía soportar
y el corazón se le aceleró. Nicola dejó de andar. La tensión aumentó.
·
¿Y?
Todavía estaban en el exterior, a unos pasos de la casa. Angie
se movió entre sus brazos, apretándose más contra su cuerpo.
·
Dilo tú primero.
·
¿Lo que quieres es que te sirva mi corazón en
una bandeja, verdad?
·
Humm
Dijo ella asintiendo
·
Ya ves, todavía no te he perdonado por lo que
me dijiste hace seis años…
Se refería a la llamada de teléfono. Nicola lo sabía y
sabía que iba a tener que esforzarse mucho en hacerle olvidar aquello.
·
Tienes que saber, bella mia que esas
palabras no salieron de labios de este hombre. Aquel hombre desapareció hace
seis largos años y no reapareció hasta que no volvió a ponerlos ojos en ti. Si
lo piensas bien, eso sí que es una declaración de amor.
Angie pensó que tenía razón. Seis años antes, se había
enamorado de Emiliano Solimano. Cuando lo había llamado por teléfono, ocho semanas
después, había sido otro Emiliano, diferente, roto, el que había contestado al
teléfono.
·
Está bien, me parece justo. Yo también te
quiero
Le dijo con voz temblorosa
·
Nunca he dejado de quererte en estos seis
horribles años. Me alegro de que hayas vuelto a encontrarte a ti mismo, Nicola Porcella
y sobre todo, me alegro de que me hayas encontrado a mí.
Su expresión seria cambió con una sonrisa.
·
Eso se merece un premio
Le dijo él.
·
Humm
Murmuró Angie
·
Eso suena… interesante.
La casa podía esperar. Angie no se fijó en nada mientras Nicola
la subía por las anchas escaleras. Ni siquiera se fijó en el esplendor barroco
del dormitorio en el que entraron, ni en la enorme cama en la que la tumbó. Sólo
veía al hombre que acababa de tumbarse a su lado, con un collar con un enorme
diamante en la mano.
·
Te voy a hacer el amor hasta que creas que te
estás muriendo
La amenazó Nicola en un murmullo, con voz profunda, suave y
sensual. Angie separó los labios para pasar la lengua por el diamante.
·
Sí, por favor
Accedió.
FIN
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