Nicola se quedó con ellos hasta que los gemelos estuvieron
dormidos. Había preparado pasta para todos, conviniendo su visita en un
acontecimiento familiar en el que todo el mundo debía participar. Y lo hizo con
una alegría que tapó sus propias fisuras. Angie le había sorprendido al
cuestionar su matrimonio. No se lo había esperado y en esos momentos, su
consciencia lo estaba atormentando porque le había pedido que confiase en él
cuando en realidad sabía que ella tenía cierta razón.
·
Volveré a primera hora de la mañana
Le prometió.
·
Podrías quedarte…
Podría quedarse. Angie estaba acercándose a él por primera
vez y Nicola sabía, muy a su pesar, que tenía que rechazar la invitación.
·
No
Le dijo, suavizando la negativa con un beso en los labios
·
Vamos a casarnos en menos de treinta y seis
horas. Tendremos que esperar a después. Tengo mis principios.
Angie abrió mucho los ojos y se apretó contra él. La
deseaba, eso no podía negarlo.
·
No quiero confundir a los gemelos siendo el
primer hombre que vean en tu cama antes de casarnos
Decidió.
·
Muy honorable por tu parte
Bromeó ella con solemnidad
·
aunque podrías marcharte antes de que
amaneciese…
·
No es tanto que sea honorable, como que aquí las
paredes son de papel y tú a veces eres muy…escandalosa.
Nicola sonrió al ver que se ruborizaba.
·
Mañana no podremos vernos
Le dijo ella
·
Tengo demasiadas cosas que hacer.
·
Pensé que íbamos a ir de compras.
·
¿A por mi vestido? Creo que eso puedo hacerlo
sola.
·
¿Quieres decir que me estás castigando por no
permitir que me lleves de vuelta a la cama?
El brillo de los ojos de Angie le dio la razón. Suspiró y rio
después. Era preciosa. Tímida, luchadora, cabezota, sexy. Inteligente,
independiente…y casi suya. Y él tenía que marcharse de allí antes de quemar sus
naves y contárselo todo. ¿Honorable? No. ¿Despiadado, manipulador y calculador?
Sí, era todo eso y también era un cobarde por no arriesgarse a compartir con
ella lo que ya sabía. Se pasó los dedos por el pelo y echó la cabeza hacia
atrás.
Le dio las buenas noches y se marchó. Angie cerró la puerta
y se apoyó en ella con una tonta sonrisa en la cara. Se fue a su habitación con
ella y durmió con ella, cuando se levantó a la mañana siguiente, seguía
sonriendo. Después de llevar a los gemelos al colegio, se pasó el resto del día
corriendo de un lado a otro para arreglarlo todo para poder marcharse a Florencia.
Cuando volvió a casa, estaba tan cansada que se tiró en el
viejo sillón, dejando caer las bolsas con las compras a su alrededor. El
teléfono empezó a sonar. Sonrió porque pensó que sería Nicola quien la llamase,
pero no era él.
·
Está bien
Dijo Sheyla sin más preámbulos
·
¿Sabías que nuestro nuevo y estupendo jefe tuvo
un grave accidente de tráfico más o menos por la época en que tú le quedaste
embarazada de los gemelos?
Angie suspiró.
·
Sí.
Hubo una breve pausa antes de que Sheyla murmurase:
·
Eres una caja de sorpresas, Angie Arizaga. No
pensé que supieras que su prometida había muerto en ese mismo accidente. Supongo
que te dejó para volver con ella, ¿no? No me extraña que se cayese desmayado
cuando te vio ¡debió de ser su culpabilidad la que le dio el golpe!
Angie se sintió aturdida al recibir tanta información y tan
traumática. Durante varios segundos, pensó que ella también iba a desmayarse.
·
Venga, Angie… ¡Di algo!
·
¿Cómo te has enterado de todo eso?
Susurró.
·
Todo el mundo lo sabe en BarTec. ¡Está hasta en
Facebook! ¡Lo ha puesto allí la vengativa Pandora!
El teléfono volvió a sonar cinco minutos más tarde. Angie
seguía sentada en el sillón. En esa ocasión, sí era Nicola.
·
Angie…
Dijo con urgencia. Lo sabía. Lo habían avisado.
·
Te odio
Murmuró ella y colgó. Nicola había estado prometido con
otra cuando la había cortejado en Devon. Había utilizado otro nombre para que
no lo descubriesen y todo lo que le había contado acerca de los dos nombres no
era más que una maniobra para protegerse. Le había mentido a ella y había
traicionado a su prometida. ¿Habría sido ella también de una buena familia
italiana, como Nicola? ¿Habría sido guapa? ¿Habría sido agradable, dulce e
inocente? ¿Habría muerto sin saber que su prometido la estaba engañando? Se
levantó del sillón y fue hasta donde tenía el ordenador. Cinco minutos más larde
estaba sentada a la mesa del comedor, mirando a la criatura más bella y blanca que
había visto nunca. Tenía los ojos azules y su sonrisa era cálida. Estaba al
lado de Nicola, que la rodeaba con un brazo.
…Nicola
Porcella Solimano, el hijo mayor y heredero del industrial italiano Luciano
Porcella y Phebe Pyralis, la única hija del industrial Anton Pyralis,
celebrando su compromiso, que forja una alianza destinada a conmocionar al
mundo industrial…
No quería seguir leyendo, pero no podía parar. Había
fotografías y artículos acerca de la deslumbrante pareja, enlaces con noticias
acerca del accidente que no pudo evitar leer también. Hasta encontró una foto
suya con Nicola en un restaurante, seguida de un artículo en el que se decía
que Nicola tenía una amante cuando su prometida había muerto. Se hablaba
incluso de la existencia de los gemelos y que su aventura había comenzado en
casa de Angus. Aunque aquello no era cierto.
Si Angie hubiese conocido a Nicola a través de Angus, lo
habría sabido todo de él y no habría habido nada entre ellos y por lo tanto, no
habría tenido los gemelos. Sintió náuseas y corrió al cuarto de baño, pero no
llegó porque alguien llamó al timbre antes de manera insistente. Se obligó a ir
a abrir la puerta, aunque no quería ver a nadie. Nicola estaba allí. Parecía
diferente, había tensión en su rostro.
·
De acuerdo
Dijo enseguida
·
Debí habértelo contado.
Angie gimió e intentó darle con la puerta en las narices,
pero él empujó la puerta, así que Angie se dio la vuelta y se marchó. Oyó que
la puerta se cerraba mientras ella se ponía delante de la ventana. Nicola la
siguió, se detuvo en la puerta. Ella lo recorrió con la mirada. Iba impecablemente
vestido, como siempre. Lo que veía era lo que había, pensó con amargura, un
depredador sexual con una vela despiadada que le llegaba a lo más hondo. Él
recorrió la habitación con la mirada, como si estuviese buscando algo. Parecía enfadado.
·
No están en casa
Le dijo Angie
·
Si hubiesen estado aquí, no te habría dejado
entrar.
Él miró el ordenador portátil que había encima de la mesa.
Apretó los labios, se acercó a él y vio lo que había en la pantalla. Angie se
abrazó con tanta fuerza que le dolieron las costillas.
·
Me dejaste para irte con otra mujer y yo no lo
sabía
Susurró.
·
Lo siento
Murmuró él.
·
¡No quiero que me digas que lo sientes!
Exclamó Angie, como un animal herido
·
¡Sólo quiero que admitas que me has mentido!
·
No te he mentido
Contestó él, cerrando el ordenador.
·
Ah, se me había olvidado que no te acordabas de
mí
Comentó ella en tono sarcástico.
·
¡De acuerdo! Sé desde la primera noche por qué
me había olvidado de ti. ¡Te borré de mi mente porque me sentía culpable, Angie!
Angie se mareó al oírlo confesar la verdad y Nicola no parecía
encontrarse mucho mejor que ella. Estaba rígido, tan sorprendido como ella de
su propia confesión.
·
Eres un cerdo.
·
Sí.
·
Teniendo en cuenta cómo tratas a las mujeres,
no me extraña que Pandora haya hecho lo que ha hecho.
·
¿Qué quieres decir?
·
Ni el infierno tiene la furia de una mujer
despechada
Dijo ella con sarcasmo
·
Era tu amante antes de que apareciese yo. Debes
de…
·
No era mi amante.
·
Entonces, ¿qué era?
·
Mi ayudante. Mi…
·
¿Asistente personal?
·
¡No! Y deja de ser irónica
Protestó con impaciencia
·
Mi relación con Pandora es sólo profesional.
Está bien…
Suspiró
·
Sé que ella…siente algo por mí. Por eso decidí
ponerla a cargo de BarTec, para que se le pasase el…encaprichamiento mientras
yo prestaba atención a otras cosas. A ella no le gustó, pero aceptó el reto.
Entonces volviste a entrar tú en mi vida y es evidente que Pandora ha dejado
que sus sentimientos ofusquen su sentido común.
·
¿Te has acostado alguna vez con ella?
·
No.
·
¿Has querido acostarle alguna vez con ella?
·
¡No! Si te digo la verdad, es una pesada. Cuando
Gio me dijo que te estaba poniendo las cosas difíciles en BarTec, decidí hacer
algo más permanente con ella, por eso la mandé a Florencia y le dije que se
buscase otro trabajo. ¡Y ésta ha sido su vengativa respuesta!
·
De acuerdo
Susurró Angie
·
Te creo.
·
Grazie
Respondió él.
·
¡Pero no pienses que te voy a perdonar!
Replicó Angie al instante
·
Debiste haberme contado lo de tu prometida.
·
Lo intenté varias veces, pero…sabía que iba a
dolerte. Y no podía predecir cómo ibas a reaccionar. Así que decidí esperar a
que estuviésemos casados antes de explicarte…lo de Phebe
Ni siquiera podía decir su nombre sin tragar saliva antes
·
Y también tenía que pensar en lo que era mejor
para los gemelos.
·
¡Cómo le atreves a meterlos en esto!
Gritó Angie
·
¡Y no creas que me has impresionado con tus
excusas! Desde el principio, las cosas siempre han sido como tú querías. ¿Qué
pasa conmigo, con lo que yo quería?
·
Tú me querías a mí. Desde que me viste en ese
maldito restaurante, Angie… Bueno, pues ya me tienes, atado, apuntalado y hasta
envuelto de regalo. ¡Te estoy dando lo que querías!
·
¡Eres un engreído!
·
Yo también quería tenerte a ti. ¿Por qué vamos
a negar que ambos queríamos lo mismo?
·
Yo no quería ser la cruz que utilizases para
salvar tu conciencia.
Y lo odiaba por haberla convertido en aquello. ¡Siempre lo
odiaría por ello!
·
¿Sabía tu prometida de mi existencia?
Inquirió.
·
No.
Aquello la alivió.
·
Vino a buscarme al aeropuerto. Pisamos un
charco de aceite de camino a Florencia. Y ella…murió después…
Hizo una pausa antes de añadir
·
Y no creo que necesites saber más.
Angie asintió. Lo sentía por la pobre Phebe Pyralis. Hasta
sentía cierta lástima por Nicola y por lo que había perdido aquella noche. Una
laguna de seis semanas de tu vida no era nada en comparación con la imagen del
accidente. Dos personas, un coche, aceite, dos cuerpos rotos…Se llevó la mano a
la boca. Dos vidas destrozadas entre el metal. Tres vidas más, la suya y la de
los gemelos, cayendo al agujero negro de la mente de Nicola.
·
Ahora no me extraña que me dijeras que no me
conocías y que no me querías conocer cuando te llamé.
Su cerebro se había negado a permitir que la recordase.
·
Lo que te dije aquel día fue, es, imperdonable
Aceptó
·
Sólo puedo alegar en mi defensa que no me
acordaba de ti. Y Phebe…
Tragó saliva
·
Phebe y yo estuvimos en coma después del
accidente. Ella no salió…yo sí…
Había dolor en sus elegantes pómulos. Angie reconoció la
culpabilidad del superviviente y le dolió por él, muy a su pesar.
·
El día que me llamaste fue el día que la
enterramos…Fue, cara, el peor día de mi vida.
Angie se dio la vuelta y se tapó la boca con la mano. Nunca
se había sentido tan mal.
·
Yo estaba destrozado
Continuó Nicola
·
Casi no era capaz de funcionar como ser humano.
No recuerdo haber borrado tus llamadas de mi teléfono móvil y ahora sé que
luego las olvidé, como había olvidado todo lo relativo a ti…
Ella cerró los ojos, intentando no seguir sufriendo, pero
no podía. Sufría por la pobre Phebe, por Nicola, por sí misma y por los
gemelos.
·
Cuando nos encontramos de nuevo…
·
Por favor
Susurró Angie
·
No sigas.
Había oído suficiente, había entendido suficiente. Phebe. La
pobre Phebe, había sido el verdadero amor de Nicola y él la había engañado. Se
había olvidado de ella para poder seguir viviendo. Eso no lo convertía en un
hombre malo, sólo en un hombre con defectos. Durante seis largos años, Angie se
había considerado una aventura para Nicola. Al enterarse del accidente y de que
había perdido la memoria, había recuperado la dignidad. Una dignidad que acababa
de perder de nuevo.
Si Phebe Pyralis no hubiese fallecido en aquel maldito accidente,
en esos momentos estaría casada con Nicola, probablemente rodeados de hijos. Y
ella y los gemelos seguirían fuera de su vida. En su lugar y debido a una
trampa del destino, a ella le había tocado el premio gordo: casarse con Nicola.
Un padre para sus hijos. «Qué suerte», pensó. « ¿Acaso no soy yo la
afortunada?».
En comparación con Phebe Pyralis, lo era. Miró las bolsas
que había en el suelo y volvió a sentir náuseas al pensar lo que había en su
interior: su vestido de novia. Un precioso vestido para Angélica y un conjunto
para Adriano que esperaba que el niño encontrase adecuado para asistir a una
boda…UNA BODA…Se sintió tan dolida que le dio la espalda y cerró los ojos.
·
Angie…
Ella negó con la cabeza, en silencio.
·
Quiero que te marches
Murmuró
·
Los gemelos no tardarán en llegar.
Preferiría que no estuvieses aquí cuando lo hiciesen. Él
guardó silencio. Angie se dio la vuelta y lo miró. Su expresión volvía a ser arrogante.
Echaba chispas por los ojos. Tenía los labios apretados. Todos los músculos de
su cuerpo estaban en tensión.
·
Me estás echando
Dijo entre dientes.
·
¿Qué esperabas que hiciese?
Preguntó Angie
·
¿Qué me lo tragase y continuásemos como si no
hubiese pasado nada?
·
¡Crees que puedes quitarme a mis hijos!
·
También son mis hijos. Y no he dicho nada de
quitártelos.
·
¡Pero lo estabas pensando!
Replicó Nicola enfadado
·
¡Quieres castigarme! ¡Quieres echarme de tu
vida!
·
¿Acaso no es eso lo que hiciste tú conmigo hace
seis años?
Él se dio la vuelta, se alejó de ella.
·
Márchate, Nicola. Ahora mismo, no te soporto
más.
Volvió a llevarse la mano a la boca. Se dio la vuelta.
Estaba destrozada, temblando, con el corazón en un puño. Se hizo de nuevo el
silencio. Delante de ella, vio cómo las primeras gotas de lluvia golpeaban la
ventana. El cielo se había oscurecido mientras discutían, poniendo fin a dos
semanas de buen tiempo. «Los gemelos van a mojarse», pensó. De pronto oyó un
ruido detrás de ella, se puso tensa y se giró. Nicola estaba acercándose con
una expresión que no le gustaba nada. Impulsivamente, Angie se puso detrás del
sofá porque algo en él había cambiado. Su actitud había cambiado. Sintió que
una corriente eléctrica la recorría.
·
¡No te atrevas a acercarte a mí!
Le advirtió. Como si el sofá fuese a protegerla. Nicola lo
apartó y la hizo retroceder hasta que llegó a la pared que tenía detrás.
·
¿Qué estás haciendo?
Le preguntó, levantando los puños para golpearle el pecho,
pero él siguió avanzando hasta que sus cuerpos estuvieron pegados. Angie nunca
lo había visto comportarse de manera tan amenazadora, nunca había visto aquel
extraño brillo en sus ojos. Se preguntó si debía asustarse. No estaba asustada,
estaba…
·
Voy a comprobar si de verdad no me soportas más
Murmuró, metiendo sus largos dedos entre su pelo para
echarle la cabeza hacia atrás.
·
No quiero…
No pudo decir más porque Nicola la hizo callar con sus
labios y con la invasión de su lengua. Las defensas de Angie se tambalearon. Lo
agarró por la pechera de la camisa. Las piernas se le quedaron sin fuerza. Se
retorció, su traicionero cuerpo ardía de deseo por él. Su boca respondió al
apasionado beso. «No es justo», pensó, sintiéndose impotente mientras se
rendía. Entonces Nicola dejó por fin de torturarla y levantó la cabeza para
mirarla a los ojos.
·
Puedes seguir soportándome, cara.
La soltó, se dio la vuelta y atravesó la habitación.
·
Estaré esperándote mañana a las once y media
para casarnos
Le dijo mientras colocaba el sofá en su sitio con toda tranquilidad
·
No llegues tarde.
·
No iré
Replicó ella, todavía temblorosa.
·
Claro que vendrás. No puedes permitirte no
hacerlo.
Ella contuvo la respiración, lo miró a los ojos.
·
¿Qué quieres decir?
Él llegó a la puerta con aire arrogante, seguro de sí
mismo. Se giró para mirarla.
·
Tu sueldo mensual depende de mí
Le recordó
·
Y tal vez lo que no sepas es que el precio de
este apartamento, también. Si quieres que te lo confirme, llama a Angus
Le sugirió
·
Él te contará que compré su cartera de
propiedades al mismo tiempo que BarTec.
Angie dio un grito ahogado. Tuvo que apoyarse en la pared
para no caerse.
·
Supongo que estabas deseando decírmelo desde el
principio
Comentó.
·
Todo lo contrario. Habría preferido no tener
que hacerlo
Sonrió con ironía
·
No obstante, no tenemos tiempo para andarnos
con rodeos mientras…curas tu orgullo herido.
·
¿Qué orgullo? No tengo de eso. ¡Tú me lo has
arrancado!
En ese momento, ni la pared fue capaz de aguantarla. Le
temblaban las piernas y tenía el estómago revuelto. Dando tumbos, rodeó el sofá
y se sentó en él, haciéndose un ovillo como un perro herido.
·
Mira…
Dijo Nicola suspirando
·
tenemos que…
·
Cállale. Te odio. Vete
Susurró ella.
·
¡Cuando uno rompe las reglas tiene que pagar
por ello! Hace seis años, yo rompí las reglas, pero has sido tú la que ha
pagado por ello. Ahora, tengo que resarcirte.
Estaba hablando otra vez de la boda. ¿De verdad pensaba que
casándose con ella iba a resarcirla?
·
No pienso ser la cruz que lleves a cuestas para
aliviar tu culpabilidad.
·
No me refería a eso.
·
Pues a mí me ha sonado así.
·
Está bien, lo diré de otra manera
Respiró hondo
·
Yo rompí las reglas. Los gemelos han pagado por
ello. Y quiero compensarles por ello.
·
Con eso rematas todos tus insultos hacia mí.
Él suspiró con el ceño fruncido. Su expresión cambió y Angie
no pudo evitar preocuparse por él.
·
No te atrevas a desmayarte otra vez delante de
mí, Nicola.
·
No…
·
Sí, vas a desmayarte
Dijo ella haciendo un esfuerzo y poniéndose en pie. Vio que
se ponía tenso mientras se acercaba a él y lo agarraba del brazo. Un segundo
más tarde, se estaba apoyando en la puerta, aturdido.
·
¿Por qué ha sido esta vez?
Le preguntó Angie con recelo.
·
¿Por tu dulce y cariñoso tono de voz?
·
No estoy para bromas. Necesitas sentarte…
·
Lo que necesito es que dejes de enfrentarte a
mí.
·
¿Qué quieres que haga? ¿Qué perdone todos tus
pecados?
·
Sí
Contestó él, mirándola a los ojos
·
Te has comprado el vestido, cara. Y sabes
que, en el fondo, te importo
Levantó la mano y le acarició los labios
·
Ódiame después, cuando estemos casados.
Entonces me lo tomaré mejor.
Angie echó la cabeza hacia atrás para apartarla de su mano.
·
¿Cómo puedo estar segura de eso?
·
Llámalo instinto.
Lo que estaba haciendo Nicola era aprovecharse de su
comprensión.
·
Te juro por mi propia vida que no lo lamentarás
Le dijo poniendo una mano encima de la suya. Ella la apartó
y fue hasta el sofá, donde volvió a hacerse un ovillo.
·
Piensa cómo se sentirán los gemelos si te
apartas de mí ahora.
Angie miró las bolsas de la compras y pensó en los gemelos.
Lo necesitaban. Querían lo que él les ofrecía. No podía quitarles aquella
felicidad porque tuviese problemas con Nicola.
·
No dormiré en tu cama
Dijo casi sin darse cuenta.
·
Está bien
Contestó él y después
de aquello, se marchó. Angie se dio cuenta de que había sido una retirada
táctica y se lamentó por haber cedido.
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